Capítulo Once

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Samantha pasó el día con Tom. Cielos, pensó era tan fácil estar con él.  Era tan diferente  de su padre  y su esposo. Dave y Richard habían sido contadores públicos, y quizás eso les había dado un sentido exagerado del orden ya que ambos deseaban tener todo en su lugar… un lugar elegido por ellos. Samantha recordó que cuando estaba casada con Richard, la desesperaba la organización de Richard con el refrigerador. También recordó la vez en que Richard se marcho  a una convención de tres días, saco todo del refrigerador y lo coloco en distinto lugar. Lo más loco que se le ocurrió fue poner el pan, en el lugar de la leche, sabía que si Richard  veía el refrigerador en esas condiciones se volvería loco, por supuesto coloco todo en su lugar antes de que Richard regresara de su viaje.  Pero Tom no era como su padre o Richard. Tom parecía no tener reglas rígidas, ni urgencias para nada. No comía a horas establecidas si no cuando tenía hambre. ¡Y podía arreglarse solo! Para ella eso era un milagro. Después de la muerte de su madre, Samantha se había hecho cargo de las tareas del  hogar, y su responsabilidad era alimentar a su padre. Preparaba comidas para las ocho de la mañana, las doce  y las seis y media de la tarde, después de que se caso la rutina continuo siendo la misma, seguía sintiéndose como cenicienta, solo que este príncipe azul, no tenia nada de principesco y mucho menos azul.  Una vez en una cena en Santa Fe en casa de unos amigos de Richard, después que ella bebió dos copas de vino, alguien pregunto filosóficamente que significaba ser rico, ella se sentía demasiado bien  para respetar conveniencias y controlar su lengua y antes de que se diera cuenta ya estaba diciendo “una mujer rica es aquella que estando junto a un hombre que dice tener hambre, no está obligado a alimentarlo. La mujer es realmente rica” todos los que estaban en la mesa se rieron ruidosamente  ante el comentario, pero Richard se enfureció y después comenzó hablar sobre su “tendencia al alcoholismo” y a “sugerirle” que dejara de beber. 

Tom no era como los dos hombres que conoció, no tenia reglas. Excepto una “si te gusta algo hazlo” cuando vio que Samantha levanto dos camisas que él había dejado sobre una silla y sin pensar en lo que haciendo las colgó, le quito la tercera de las manos y la arrojo a un sillón.

—Tengo mucama—le dijo

Un poco incomoda por la pequeña tarea domestica que había realizado, se dirigió a las cajas que había en un rincón de la habitación  y las abrió, inhalo el olor a nuevo del equipo, lo que hizo que Tom riera y ella se molestara, pero como ya había comprendido, Tom podía bromear y servir la comida, a diferencia de su ex esposo, que se consideraba sacrosanto.

—El olor de un equipo nuevo es mejor, que el perfume barato que tú prefieres—replico haciéndolo reír.

Samantha pensaba que él tenía la intención de sentarse y observarla mientras conectaba el equipo, pero le dijo que la ayudaría a colocarla sobre el escritorio que había designado para ella. Por supuesto que él no sabía lo diferente que era esto para ella, puesto que su padre y Richard tenían la creencia de que había trabajo para hombres y para mujeres y que no debían mezclarse. En la casa que había compartido con su ex esposo, era ella quien se encargaba de la computadora y no era extraño que cuando llegara de su segundo trabajo, encontrara a Richard dormido con la computadora encendida, lista para que ella guardara el materia que él había escrito ese día y luego la apagara. No tardo mucho en conectar el equipo, instalar la impresora laser e instalar la conexión de internet adecuadamente, lo mas tardado fue cargar los programas de office y registrar algunos archivos más.

Una vez conectada, Tom le sonrió y le pidió que le diera su primera clase, aunque ella dudaba que alguien como él no supiera usarla, ella estuvo de acuerdo, aunque no sería nada raro, aun recordaba cuando trabaja en Santa Fe, en una escuela de computación como una mujer había dañado un equipo, al conectar mal una memoria USB. Así que solo le explicaría a Tom como sacarle mejor provecho al procesador de Texto. Después de dos horas  con él, se estaba saliendo de sus casillas y ya comenzaba a gritar

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