Las Vegas 1921
Mary Abigail Dexter, le disparo a su cuarto padrastro a la edad de quince años, pero él la violaba desde que ella tenía doce. De lo único que se arrepentía era de no haberlo matado. Tenía intenciones de hacerlo, pero estaba llorando herida y enojada y le falló la puntería. Le había apuntado a la cabeza y no al abdomen, así que la bala le rozo la parte del hombro en lugar de cerrarla la enorme bocota, con la cual se estaba riendo otra vez de ella.
Pero el disparo y la visión de su propia sangre, había sorprendido lo suficiente a Jeff, como para que Abby pudiera salir corriendo de la casucha, algo que en el pasado ya había intentado en repetidas ocasiones sin éxito.
Camino durante horas, sin comida, aunque eso no era extraño para ella, ya que su madre generalmente estaba demasiado borracha o demasiado ocupada con otros hombres como para alimentar a su propia hija, cuando estuvo lo suficientemente lejos de su casa, (un lugar al que se creía se condenaba a los niños por los pecados de sus padres) vendió el arma y compro un pasaje a Nueva York, donde esperaba encontrar el anonimato.
Cuando llego a Nueva York, habiendo gastado lo menos posible en comida, uso el poco dinero que le quedaba para comprarse un vestido, un par de zapatos de tacones altos y un lápiz labial, para tratar de parecer lo más grande posible. Tomo el diario del día de un banco del parque y comenzó a buscar trabajo. El único objetivo de Abby era no tener que vivir como su madre, que dependía de los deseos sexuales de los hombres, la madre de Mary ero lo que se podía considerar una prostituta de buen corazón, alguien con quien siempre podían reír, hablar de cualquier cosa en la cama, pero ella había visto la desesperación de su madre.
En los diarios de Nueva York no había muchos trabajos con buenos sueldos para mujeres y ninguno para una adolescente de quince años fugitiva y sin experiencia. Al cuarto día en Nueva York, Abby entro a un bar de Greenwich Village y pidió ver al dueño por un trabajo de camarera. El hombre la miro y le dijo que no, pero Abby estaba desesperada no comía desde hacía dos días, había dormido en bancos de parques y tenía los pies hinchados y lastimados de caminar kilómetros con esos zapatos de tacón baratos, comenzó a suplicar y a sollozar, cosa que nunca antes había hecho, ni siquiera con los malos tratos de los amigos y esposos de su madre, pero ahora Abby estaba suplicando.
— ¿Cuántos años tienes niña? —le pregunto el hombre, sabiendo que tenía hijos más grandes que ella.
—Veintiuno— respondió rápidamente.
—Sí y yo soy el ayudante de Santa Claus— Willie sabía que se metería en problemas si contrataba a una niña que si no se equivocaba era una adolescente, pero podía ver debajo del cabello sucio y del lápiz de labios barato, que poseía clase y cerebro. No tenía esa mirada de conejo triste de la mayoría de las niñas que a los dieciséis años debutan como prostitutas y lo serán hasta los sesenta si es que una enfermedad venera nos las mataba antes.
—Muy bien, niña, el trabajo es tuyo, pero si alguien se queja estas despedida.
La gratitud de su mirada, hizo girar nerviosamente a Willie en su asiento, saco un billete de cincuenta dólares del bolsillo.
—Aquí tienes un adelanto, compra ropa decente, busca un lugar donde dormir y come algo.
Abby no podía expresar con palabras lo que sentía, por eso se limitó a mirar al hombre y al billete que tenía en la mano.
—Vamos, sal de aquí, regresa mañana a las siete de la tarde.
Cuando Abby volvió al día siguiente, Willie supo que había hecho un buen trato, la niña tenía buen gusto. Estaba vestida de manera elegante y sencilla como una dama salida de una revista y en el momento en que la vio supo que sus vidas iban a cambiar.

ESTÁS LEYENDO
Sweet Delusions
FanfictionSam acaba de quedar huérfana y para recibir la herencia de su padre, tiene que viajar a Nueva York, para encontrar a su abuela, en el camino conoce a Tom Kaulitz un chico solitario, que la ayudara a encontrar a su abuela. AVISO: ESTA HISTORIA ESTA...