Capítulo Diecinueve

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—Buenos días — le dijo Tom, alegremente, colocando una bandeja en la cama, aun adormecida y algo aturdida por el efecto del sedante que la prima de Tom le diera, se sentó en la cama e hizo una mueca de dolor cuando trato de tragar. — Tengo yogurt de vainilla, fruta picada y jugo de naranja— sonríe y Samantha frunció el entrecejo, al notar que estaba demasiado relajado esa mañana, después de que alguien tratara de matarla la noche anterior.

Se llevo una cucharada de yogurt a los labios y su garganta se resistió cuando trato de tragar, pero al parecer Tom, no lo noto, se sentó en el borde de la cama (la forma en la que usualmente desayunaban) y comió algunas frutas.

—Sabes, Sam, estuve pensando.

Ella abrió la boca para hacerle una broma, pero le dolía demasiado la garganta como para poder hablar.

—Tienes razón — dijo de repente, y ella lo miro confundida— que no he tenido en cuenta tus deseos y por lo que has pasado— le tomo la mano y le acaricio con el pulgar— tu padre murió recientemente y el divorcio debió ser algo terrible. — no puedo evitar fruncir el ceño antes sus palabras — además de todo eso, tu padre redacto un testamento, en el que te obligaba a mudarte a una ciudad que no conocías y que obviamente detestas.

Samantha lo observaba y todos los pensamientos sínicos que una vez tuvo, hacia Tom se agolpaban en su mente. Le dirigió una sonrisa alentadora, con la esperanza de que Tom, terminara con toda su letanía, tenia curiosidad por saber hacia dónde se dirigía  con toda esa autocompasión, que estaba demostrando.

—Estuve pensando que necesitas unas vacaciones, unas verdaderas vacaciones, algún lugar fresco, alejado del calor de Nueva York. Quizás un lugar cerca del mar. Por eso esta mañana telefonee a Ian… lo recuerdas, ¿verdad? — Entrecerró los ojos y Tom sonrió— mi primo, con el que parecías tan entusiasmada. Pues resulta que Ian y otros primos y unos amigos se van a los Hamptons, es realmente hermoso, puedes descansar, leer, caminar por la playa, incluso ir de comprar o puedes aprender a montar, Ian tiene una amiga que es dueña de un hípico. Si lo deseas puedes pasar todo el verano allí — tomo un sorbo de jugo, al sentir la garganta reseca— estaba tan seguro que te encantaría mi idea, que esta mañana telefonee a Ian, que esta tarde pasara a buscarte para que se marchen a los Hamptons, ¿no te parece genial?

Mientras él hablaba, Samantha lo observo. Tenía los ojos enrojecidos y unas enormes ojeras, señal de que no había dormido, en toda la noche, pero además de eso, había algo en su mirada que Samantha no había notado antes, ¿Por qué se empeñaba tanto en alejarla de la cuidad? ¿Por qué la enviaba con él hombre que había sido el causante de una discusión días atrás, originado por un arranque de celos? No creyó ninguna de las palabras de Tom, no se creía que la enviaba solo por que creyera que necesitaba descansar, hacia solo unos días Tom le había dicho que necesitaba todo, menos descanso.

Pensó en la noche anterior y trato de recordar todo lo que pudo, lo que había sucedido. Tom seguía hablando del lugar, de sus familiares Taggert que eran las personas más dulces y maravillosas del mundo. Lo que le hizo sospechar fue la repetición de la frase “ellos te cuidaran”  tomo el lápiz y el blog de notas de tenia en la mesilla de noche ¿Quién es media mano? , escribió corto el papel y se lo alcanzo a Tom. Cuando le vio palidecer, supo que en esa pregunta estaba la respuesta a sus dudas.

—Tienes una hermosa letra, ¿lo sabías? Las a y las o bien redondeado. Yo siempre las cierro.

¿Quién es media mano? — volvió a escribir y le entrego la nota.

Tom tenía el aspecto de un hombre atrapado. Se recostó en la cama y cerró los ojos con fuerza, con expresión de agonía.

—Samantha — comenzó a decir y ella advirtió que solamente la llamaba Samantha cuando estaba enojado con ella—Samantha, esto no es un juego de mesa. Esto es verdadero y peligroso. Yo no tenía idea de que fuera tan peligroso o no te hubiera involucrado, pero ahora todo lo que puedo hacer es sacarte de aquí y enviarte a un lugar seguro.

Si no me dices quien es media mano, llamare a mi abuelo y se lo preguntare— escribió

El rostro de Tom ya no tenía un aspecto agónico, ella vio verdadero terror en sus ojos.

—No sabes, lo que estás diciendo— le respondió suavemente, con ese tono que usa una persona cuando trata de no explotar de ira— tienes que jurarme que no llamaras a ese bastardo.

Samantha frunció el ceño ¡Es mi abuelo!, escribió.

Tom se levanto de la cama, tomo la bandeja y la coloco sobre una mesilla y camino por la habitación por unos minutos ante la mirada de  Samantha.

—Sam, cometí un erro, un terrible error. Te dije desde el principio que pensaba que el testamento de tu padre, era un desastre y debí haberte entregado el dinero sin llevarte a conocer a Barret.  Pero fui egoísta, quería conocerlo. Nadie lo había visto desde hacía años y yo — se volvió a sentar en la cama y le tomo ambas manos — siempre me dices que te miento. Quizás lo hice porque creía que tenía un buen motivo — le acaricio los moretones el cuello y ella cerró los ojos, disfrutando de la suave caricia — anoche podrían haberte matado y hubiera sido mi culpa — le dijo suavemente—debí haberte contado todo desde un principio y debí haberte entregado el dinero inmediatamente, después de la muerte  de tu padre. Ni siquiera debí haber permitido que vinieras a Nueva York.

Ella saco la mano y tomo la de él, ya que estaba auténticamente apenado por lo que casi le había sucedido. Cuando la miro le sonrió, pero él no le devolvió la sonrisa.

—Si te cuento lo que se, ¿te iras de la cuidad? ¿Te marcharas con el soquete de Ian y permitirás que su familia te cuide, hasta que yo resuelva esto?

¿Cómo podía prometerle algo así? Aun no sabía de qué estaba hablando. Pensó que un ladrón había tratado de matarla, pero ahora comenzaba a comprender que el hombre la buscaba específicamente a ella. ¿Por qué? ¿Qué creía que ella, sabía para poder matarla?

Al ver su renuencia, Tom la comprendió. Quizás no merecía su confianza, ya que la había usado para llegar  a conocer a un anciano. Tom trago. Ningún libro del mundo merecía la pena de arriesgar la vida de otro ser humano.

—Primero quiero hablarte de Barret. Quiero que comprendas que clase de hombre es. Sam, no quiero que endioses a ese hombre. Que puede ser pariente tuyo no es razón para atribuirle características de dios.

Apretó los labios al ver la expresión del rostro de Samantha y como escribía furiosa en la libreta.

“Quizás hizo cosas malas en el pesado, pero”… escribió. Le tomo las manos antes de que pudiera terminar la frase y le apretó las muñecas durante un segundo, pero se las soltó y se calmo.  

Sweet DelusionsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora