Capítulo Veintitrés

223 22 6
                                    

“¿Por qué te gusta tanto el blanco?” —escribió Samantha en su anotador. Estaba otra vez en la cama de Tom, la casa había quedado vacía y tranquila y ella se sentía demasiado cansada. A pesar de no haber hecho muchas cosas, había sido un día agotador. En ese momento quería dormir y no tener que luchar con Tom, no deseaba continuar con lo que habían comenzado en el sofá de la biblioteca.

— ¿Estás segura que quieres saberlo?

Ella asintió con la cabeza, mientras él la arropaba y comenzó a protestar cuando él se estiro en la cama apoyando la cabeza en sus piernas, pero Tom actuó como si no la hubiera oído.

—Cuando yo tenía quince años, mi hermana creo que unos diecinueve, trajo a cuatro amigas de la escuela a pasar una semana en casa. Yo creía que esas chicas eran las mujeres más hermosas que jamás había visto. Las seguía a todas partes y ellas me atormentaban sin misericordia, hasta el día de hoy no sé porque lo hice, pero un día mientras estaban nadando, tome sus ropas y las lleve abajo, las coloque en la lavadora y le agregue tres tazas de detergente y abrí el agua caliente, cuando las chicas regresaron no tenían nada que ponerse, excepto sus trajes de baño y su ropa encogida y blanca— sonrió recordando — quedaban divinas, diminutos shorts blancos, blusas microscópicas, faldas que solo llegaban a la mitad de sus muslos.

“¿Qué hicieron tus padres?”, escribió Samantha.

—Tardaron medio día en averiguar quién fue, tengo muchos hermanos… pero cuando se supo, mi madre dijo que me debería tapar los ojos, ponerme contra una pared de la casa y que las chicas me fusilaran. Pero papá dijo que me llevaría afuera y me castigaría. Así que salimos, me hizo una mueca y luego me froto la cabeza y me envió a pasar el resto de la semana con el tío Tom, pero me dijo que renegara cada que viera mi madre.

“Eso fue todo lo que te hicieron”.

—Sí. Papá tuvo que llevar a las chicas al centro comercial y comprarles ropa nueva. Después de que ellas se marcharon, papá me dio una pequeña blusa blanca a la que le faltaban los botones. Me dijo que una de ellas, la había usado para bajar a desayunar y cuando se agacho para alcanzar algo, todos los botones salieron saltando. Hasta me guardo un botón.

“porque que las amigas de tu hermana, no le pidieron ropa prestada a ella o a tu madre”. Tom pareció sorprendido, luego sonrió y finalmente se rió.

—Que buena pregunta. Quizás les gustaba que  mis hermanos y sus amigos las miraran con la boca abierta.

Se supo se dé pie, aun sonriendo. Se estiro y bostezo, mientras Samantha no dejaba de mirarle el cuerpo, especialmente cuando se le levanto la camisa y quedo con parte del tórax descubierto. ¿Tenía idea de lo que parecía cuando hacia eso?, se pregunto Samantha, abruptamente dejo de bostezar y la miro como si supiera que lo estaba observando.

—Esa es tu historia de esta noche. No quieres cambiar de idea… tu sabes…— miro hacia el lado vacio de la cama.

Sam, movió negativamente la cabeza. Entonces como si fuera la cosa más natural del mundo, se inclino para besarla. Pero Samantha aparto la cabeza, cuando lo volvió a mirar, estaba inclinado sobre ella, mirándola fijo.

—A veces me recuerdas a las chicas de la escuela, que uno lleva a ver una película. Uno se pasa toda la noche besándola y horas después de trabajo, finalmente consigue  meterle la mano, debajo de la blusa. La próxima vez que uno sale cree que le tocara el turno a la falda, pero ella lo hace volver a uno de nuevo a cero y ni siquiera permite que le bese— Samantha no pudo evitar reírse— dime Sam ¿Los chicos tenían que volver a recomenzar cada vez contigo, en cada cita? — al ver que ella no le respondía, le acerco el lápiz y el anotador.

Sweet DelusionsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora