Capítulo Trece

229 16 5
                                    

Happy Readin' 

         Cuando su primo toco el timbre de la puerta, Tom permaneció durante un momento con la mano en el picaporte, sin permitirle a Ian que entrara e intentando calmar la ola de celos que estaba bullendo en su interior. Además de las ganas de matarlo, pero hacerlo sería enfrentar la ira de los Taggert y no quería que Simone le diera un jalón de orejas por no poder controlarse, ni tampoco quería que su relación pasivo-agresiva con Samantha se viera alterada por eso.

—Si la tocas, estás muerto Taggert, me entendiste.

Ian asintió con la cabeza, sin sonreír, comprendió lo que Tom quería decir, Samantha era suya. Tom se retiro de la habitación antes de que ella apareciera en la habitación, pues no se sentía capaz de soportar como Sam le sonreía a otro hombre. Pero a pesar de sus nobles intenciones, al oír como la puerta se cerraba se coloco frente a  la ventana y los observo, como se dirigirán al Central Park.  Tom pensó que no hacían buena pareja. El cuerpo curvilíneo de Samantha no hacia juego con el cuerpo alto y ligeramente delgado.

Tom desvió la mirada disgustado, disgustado consigo mismo. Quizás Samantha tenía razón y estaba loco. Nunca antes lo habían devorado tanto los celos, y francamente, le disgustaba ese sentimiento. Tampoco comprendía porque estaba celoso ya que Samantha no lo había alentado para que pensara que le pertenecía. Dave lo había hecho, pensó, defendiéndose a sí mismo. Ese Hombre le había pedido que cuidara de su preciosa hija una vez que hubiera muerto. Durante el primer mes había hecho un mal  trabajo, pero desde entonces trataba de recuperar el tiempo perdido.  Tom suspiro y pensó en la tarde solitaria que le esperaba. ¿Quién iba estar ahí, para deleitarse con tan solo pedir la comida? ¿Quién aspiraría el aroma de las rosas del jardín? ¿Quién lo iba a mirar de arriba abajo, cuando pensaba que no la estaba mirando? Cuando Tom se iba alejar de la ventana, vio que un hombre salía de la sombra de un edificio de enfrente y comenzaba a caminar. En Nueva York uno veía a mucha gente caminando por todos lados, pero algo de este hombre hizo que Tom lo observara. El día anterior había estado en el mismo lugar. Tom lo advirtió porque todos los hombres  que hacían gimnasio se fijaban en otros hombres al ver como se les marcaban los tríceps. Este tipo era tan grande, pero tan grande que sabría cómo manejar su fuerza. Abrió la ventana y asomo la cabeza. Después de observar por un momento, no supo por qué, pero tenía un noventa y nueve por ciento de seguridad, de que ese hombre seguía a Samantha y a su primo.

Sin perder tiempo, salió y siguió al hombre, hasta el parque. Allí Tom estuvo seguro que el hombre estaba siguiendo a Samantha cuando se coloco detrás de la estatua del general Sherman, mientras Ian le compraba un Helado a Samantha. Durante un momento Tom desvió su atención del hombre, porque Samantha estaba mirando al imbécil de su primo, con el rostro lleno de sentimentalismo. Por su mirada, una persona habría pensado que nadie le había dado algo tan maravilloso, como un estúpido helado medio derretido y para colmo el estúpido de su primo sonreía como si le hubiera entregado la cabeza de un dragón.

— ¡Dame un respiro!— dijo Tom en un suspiro.

Enseguida los dos continuaron paseando por el parque, creyendo que no existía nadie más que ellos dos, mientras Tom se quedo atrás, hasta que vio que el hombre se movió. El hombre no trato de pasar inadvertido y hasta en un momento paso delante de ellos, se sentó en una banca  y los miro caminar. Él no dejo que el hombre lo viera, ya que si había estado vigilando la casa, podría reconocerlo. Durante los siguientes cuarenta y cinco minutos, al tiempo que seguía al hombre, también observaba a Samantha y su primo. Ian en ningún momento la toco, pero cada vez que ella le sonreía, sentía deseos de aplastarle su perfecta cara de muñeco de pasarela contra el pavimento ¡Al diablo si Bill, perdía un  modelo! Al final entendería que había sido por una causa justa, como hacerle entender a Ian que Samantha era suya. Cuando se detuvieron en el sector de juegos para niños, Tom creyó que se descompondría. Tomando hábilmente con una mano un columpio, Ian ayudo a Samantha a subir como si fuera una invalida, y luego le dio un empujón, mientras Samantha se reía complacida, como si hubiera realizado una gran hazaña.

—Debí haberlo matado el verano en que teníamos doce años —murmuro Tom. Se sintió complacido al ver que cuando Ian extendió la mano para ayudar a Samantha a bajarse del columpio ella no la tomo —No soy solo yo—dijo para su satisfacción.

Después de los columpios, caminaron por unos senderos con curvas y cada vez  que desaparecían de su vista, a Tom se le erizaban los bellos de la nuca. Cuando Ian se alejo de Sam para devolverles la pelota a unos niños que jugaban beisbol, Tom advirtió que el hombre que los seguía también había desaparecido. Tom, preocupado por si Ian tocaba o no a Samantha, se había olvidado de la verdadera razón  por la cual estaba actuando de detective privado. Durante un momento, Tom miro alrededor de él con pánico, pues algo andaba mal. ¿Dónde estaba el hombre? ¿Quién era ese hombre? Tom vio a Samantha a la sombra de unos árboles, observando a Ian con una sonrisa  y detrás de ella al hombre que bajaba por una colina sin hacer ruido. Tom comenzó a correr. Salto sobre un mantel de picnic, acompañado de los gritos de los dueños y sobre un banco lleno de gente que también le gritaron. Cuando llego hasta los arboles seguía corriendo  y cayendo sobre el hombre, lo aplasto. Forcejearon ocultos por las sombras de los arboles, pero no se pegaron. Tom era mucho más fuerte que el hombre y pronto lo sujeto contra el suelo.

— ¿Quién es usted? — le pregunto, manteniéndolo inmóvil— ¿Qué quiere? —La expresión del hombre le indico que moriría antes de decir una sola palabra y de pronto Tom, obtuvo su respuesta — Lo envió, Barret ¿Verdad? — un leve pestañeo  le indico a Tom que estaba en lo cierto— ¿Por qué? — Pregunto realmente confundido— ¿quiere saber sobre su nieta?

No obtuvo respuesta, ya que el hombre aprovecho su confusión, para tomar una piedra y golpearlo en la cabeza. El dolor del golpe, así como lo inesperado del mismo, hizo tambalear a Tom y el hombre no perdió tiempo y desapareció. Tom se sentó en el suelo con una mano en la cabeza y la visión borrosa.

— ¡Tom Kaulitz! ¿Cómo te atreves a espiarme? — levanto la vista y vio que Samantha lo estaba mirando con las manos en las caderas y su rostro enojado, aunque no estaba seguro ya que su visión era borrosa —esto es demasiado—le dijo y se alejo.

Mientras Tom pestañeaba varias veces para aclarar su visión, un pañuelo apareció ante sus ojos. Lo tomo y lo presiono contra su cabeza.

— ¿Estás bien? — Tom reconoció la voz de Ian y cuando trato de ponerse de pie, este lo ayudo — ¿Tom?

—Estoy bien, estoy bien — le dijo parándose y con el pañuelo contra su sien y sintiendo la tibieza de la sangre  que comenzaba a chorrear por su cuello.

— ¿Quieres decirme que sucedió?

—No— respondió sin mirar a su primo— ¿Sam — balbuceo — ella está bien?

Ian miro en dirección a Samantha, que observaba como jugaban los niños —Ella está bien. ¿Hay alguna razón para que no lo estuviera?

—No lo sé. Creo que nadie debería lastimarla. No hay razón para lastimarla—miro a su primo— Cuídala ¿quieres?

Ian asintió con la cabeza y luego  vio a Tom alejarse a través de los arboles, vio que se tambaleaban  y se sentó en una de las piedras del parque. Después de un momento Ian se acerco a Samantha  y le dijo que tenía que hacer una llamada. Conociendo a Tom, sabía que no iría a ver a un médico para curarse la herida. Así que pediría uno a domicilio, pues tampoco deseaba que Simone o Bill, tuvieran una crisis nerviosa al saber que Tom había resultado herido, por ir detrás de Samantha, eso solo haría que animadversión que Bill, sentía hacia la chica creciera. Simone se había quedado tranquila tras su llamada y lo que había dicho Samantha, pero eso no había sido suficiente para la tranquilidad de Simone Kaulitz, quien siempre estaba pendiente de las mujeres que rodeaban a sus hijos, sobre todo a los melindrosos de los gemelos. 

Sweet DelusionsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora