15. Rompere le regole.

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15. Rompere le regole.

REGINA


El chico no se mueve.

Todos sus músculos se tensan cuando sujeto su rostro con ambas manos. No pestañea, sin embargo, el azul de sus ojos se ha oscurecido como el mar que nos rodea, ocasionando que una electricidad indescriptible recorra mi cuerpo entero.

—Compláceme —susurro.

Acaricio su cabello y, rompiendo mi regla de no besar, enrosco los dedos para acercar sus labios a los míos.

¡Reacciona!

Empieza a mover tímidamente su boca sobre la mía, abriéndola con suavidad, con lentitud y después con más necesidad de la que esperaba. La textura semi seca de sus labios me hace cosquillas. Su lengua se abre paso en mi boca y sus manos aterrizan en mi culo, sorprendiéndome porque pensé que era reservado y no tan apasionado. El ritmo va subiendo, como la temperatura del ambiente. Corto el beso y ladeo la cabeza para darle acceso a mi cuello.

Quiero ir al grano.

Lo empujo hasta el sillón tántrico y me siento a horcajadas sobre su regazo, palpando su pecho a medida que desabrocho los botones de su camisa.

Mi prioridad es probar la mercancía.

Su barba incipiente raspa. Tampoco es muy fornido; sin embargo, reconozco que tiene espíritu dionisíaco sin explotar y un porte apolíneo que luciría mejor con trajes de etiqueta. Besa mi cuello avivando el ardor de mi piel y lo imagino envuelto en un Armani. Gimo. Si se vistiera acorde al código que exijo, inspiraría más sensualidad, poder y elegancia que cualquiera de sus colegas.

También necesita trabajar el abdomen, aunque es plano, sólo tiene un amago de six pack. Al menos, para equilibrar la balanza, posee unos pectorales bastante marcados y unos brazos fuertes.

Sus manos me tocan como si temiera a que yo desaparezca por su contacto. Como si no pudiera creer que esto está pasando. No es brusco. Es... es paciente pero firme. Decidido.

Gimo suave cuando sus labios rozan ese punto en mi garganta que me hace perder la cordura. Capta de inmediato y me da un mordisquito en la zona provocando que clave mis uñas en sus hombros. Termina su recorrido con un suspiro ahogado en mi escote, hundiendo el rostro e inhalando como si buscase oxígeno elemental en mis senos. Llevo mis manos a mi espalda para bajar la cremallera del vestido pero él me sujeta las muñecas.

Me tenso.

—Ya lo hago yo —musita.

Lo dejo y me suelto de su agarre con sutileza para no distraerlo. No tolero que me inmovilicen. Provocándome un escalofrío, con reverencia baja la parte de arriba del vestido hasta mi abdomen.

Su mirada desconcertada me indica que le gusta mucho lo que tiene enfrente.

Alcanza el encaje negro y palpa como si le diera miedo tocar más, arqueo la espalda, empujando mis senos contra sus manos.

«Esto será divertido».

Sonrío saboreando la victoria de la apuesta y me saco el sujetador. Traga saliva sonoramente a la par que me contempla maravillado.

—Respira —le recuerdo. Parece que le dará un ataque.

Asiente como un muñequito y me rodea los senos con las manos, no tarda en llevarse uno a la boca y después el otro. Lame. Humedece. Succiona. Mordisquea. ¡Ganas no le faltan! Me estremezco de placer. Quiero más. Hago que deslice su mano por el sur de mi cuerpo y lo insto a que me introduzca sus largos dedos.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora