45. Rischi

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45. Rischi.

REGINA

—¿Tienes un micrófono?

—Revísame —es escéptico.

Llamo a Mashiro para que lo escanee y, una vez que me asegura que está limpio y nos deja a solas, aplaudo.

—Bien hecho, guapo, me atrapaste. Envié dinero al exterior para no pagar impuestos —extiendo mis muñecas juntas hacia adelante y levanto el mentón—. ¿En dónde está la policía?

—¿Por qué me mentiste? —espeta, la vena en su cuello está brotada.

—No te mentí —sonrío—. Global Beauty, por lo único que me has preguntado directamente, es una compra legal.

Sacude la cabeza.

—¿Legal como para atraer a una fiscal?

—Cuestionablemente legal... legal. Fue una OPA hostil. La competencia no la manejé yo.

—¡¿Y por qué carajos no dijiste nada?! —sube la voz.

Cuento hasta diez y respiro profundo. Hago un esfuerzo hercúleo para controlar mis demonios y no lanzarlo al agua. Es la primera vez que me habla tan hosco.

—Modera tu tono conmigo o haré que te saquen —advierto despacio, conteniéndome—. No es una compra a mi nombre. Se usaron empresas fantasmas. Cuando todo se calmase con respecto al desfalco, las acciones pasarían a mi nombre y más tarde a Azzagor Enterprises. No alteré los precios. La compra es legal.

—La evasión de impuestos no lo es, Regina —pasa una mano por su cabello—. Omitiste información. Sabías que Bartis te señalaba por tratos sucios y callaste. ¿Estuviste evadiendo con él?

—No —digo con seguridad.

—¿Por qué no me dijiste sobre O'Conner?

—¿Por qué hacerlo? —cruzo los brazos—. ¿Por qué inmiscuir a otro en mi mierda? Te empeñaste en hacer que confiara en ti, pero sé que no habías meditado los verdaderos riesgos. Ya pagué —recalco—. Eres un inocente, Alonso, y no te haría cometer perjurio por mi culpa.

Su rostro evidencia que no se esperaba esa respuesta... y aumenta su enojo.

—¿Ahora resulta que madam Azzarelli, la mujer que no tiene escrúpulos, lo ocultó para proteger a un pelele? ¿El mismo hombre que te importa una mierda? ¿A mí? —sus hombros tiemblan—. ¿O habrá sido para proteger a mi pene? ¡Porque eso es lo único que te ha importado!

—¡No es así!

—¿No? —sonríe, irónico—. Lo nuestro fue sólo sexo, ¿lo olvidas? ¡Perdí mi empleo, Regina! ¡Fui tu vibrador, tu diversión y nada más! ¡Así que no me vengas con esa excu...!

—¡Cállate y escúchame, maledizione! —exclamo, furiosa—. ¿Sabes qué me importa una maldita mierda? Los métodos para conseguir lo que quiero. Sí. Para mí, el fin justifica los medios —me acerco—. Y en esa creencia, sean peones, alfiles, caballos o torres, no me temblará la mano a la hora de sacrificarlos para que la reina haga su jugada —mi voz es fría—. Cuando te propuse nuestro trato sexual, te advertí los riesgos que corrías como auditor por sólo follarte a tu clienta. ¿Por qué crees que no quería que alguien se enterara o te vieran conmigo? ¡De suceder, el único perjudicado de gravedad serías tú! —pincho su pecho con mi índice.

»No te busqué en los últimos días precisamente esperando que las aguas se calmaran, que tú te calmaras. Hago las referencias para que entiendas que tuve mis motivos para guardar silencio, entre ellos, protegerte. No sacrificarte. Nunca lo haría. Tal como yo lo veo, fue y sigue siendo así —doy otro paso. Nuestros cuerpos quedan separados por milímetros—. También callé para protegerme a mí misma en el caso que quisieras entregarme, porque sí, Alonso Roswaltt, lo llegué a pensar más de una vez porque no confío en nadie... lo que me hace preguntar de nuevo, más si ya no eres mi auditor —entorno los ojos y alzo más mi mentón, orgullosa—, ¿en dónde diablos está la maldita policía?

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora