29. Nessuna donna come me.
REGINA
«¿En qué demonios piensa al desobedecerme? »
«¿Cree que me sobra tiempo para juegos infantiles? »
Tomo asiento en la mesa de Alonso Roswaltt mientras busco cualquier cosa que me hable sobre él. Su espacio de trabajo es bastante impersonal. Levanto la pantalla de la laptop y, en cuanto está encendida, aparece una barra para introducir contraseña. La cierro, hastiada, y observo una libreta de notas con los bordes gastados. Reviso la hora en mi reloj, pendiente del regreso de los trabajadores y la abro.
No entiendo nada.
¿Qué no pasó por la escuela? A pesar de que la caligrafía es casi ilegible, veo que la mayoría de lo escrito va sobre ¿canciones? La página marcada con un bolígrafo dentro tiene la fecha de hoy en la esquina. «Fiera indomable» luce en grande y el resto está repleto de garabatos a modo de pentagrama.
«En el Sekhmet me dijo que compone», recuerdo.
En otra página está anotada la dirección del restaurante que andan promocionando por las redes. Hay hora y fecha ¿Tiene una presentación? Le saco una foto con mi móvil y continúo intentando descifrar los jeroglíficos. De un momento a otro se escucha un bullicio afuera. Dejo la libreta en su lugar.
Un portazo esclarece los sonidos. La muchedumbre es encabezada nada menos que por él. No se ha dado cuenta de que soy yo. Lo escucho ladrar sobre Antonio, algo que me causa curiosidad porque no es lo mismo captarlo personalmente que de un tercero. «¿Tan comprometido está con mi caso?» No le doy importancia, estoy aquí por otro motivo.
—Es bueno saber que recuerdas las cláusulas del contrato, querido —Lo interrumpo y saboreo el miedo que se crea en el ambiente—. Clausula nueve. Una decisión del cliente en cuestión, es una orden irrevocable que garantiza su satisfacción durante la ejecución del servicio prestado. Cualquier empleado de Searchix que incumpla dicha cláusula asumirá graves consecuencias —acentúo—. El despido incluido.
Me siento poderosa, por lo que, poniéndome más cómoda, cruzo una pierna encima de la otra.
» Y no es una clienta cualquiera a la que has desobedecido —recalco.
Giro la silla lentamente, al quedar de cara a él, entrelazo mis dedos apoyando los codos en los reposabrazos. Alonso se yergue de golpe palideciendo. «Si quieres evitarme, cariño, ven y dímelo a la cara». Clavo mi vista en los otros empleados que se desvanecen como humo ante mi demanda silenciosa.
La tal Morris no se retira. Se queda junto a él mirándome seria pero en sus ojos reconozco algo más. ¿En una puta broma? La negativa de Alonso a contestarme las llamadas vuelve a mi mente. La miro de abajo arriba. ¿Estaban juntos anoche? ¡¿Lo hizo con esa?!
—¿Qué esperas para irte? —le pregunto con voz neutra.
Mira a Alonso ¿esperando qué? ¿A que hable por ella? ¿Cuántos años tiene? ¿Tres? Para su apuro, el saxofonista ni lo nota, no ha dejado de verme desde el inicio.
—El señor Turner quiere que terminemos...
—¡FUERA! —me levanto señalando la puerta.
Contiene el aire de manera frustrada. Se queda quieta durante unos segundos, apuesto que decidiendo con qué enfrentarme. Sabe que no tiene elección. Opta por asentir sin dejar de "intentar" quemarme con la mirada. Su antagonismo barato me hace sonreír.
«Ay, querida, no tienes idea».
—Madam... —Alonso por fin reacciona.
Me vuelvo hacia él y mi palma se estampa en su mejilla en medio segundo.
ESTÁS LEYENDO
Escabrosa Penumbra ©
RomanceEscabrosa Penumbra Bilogía Reina Tomo I Para Regina Azzarelli, el mundo es su tablero de juegos. Una inversionista poderosa, arrogante y fría. Una fiera con un flamante estilo de vida que le permite una convivencia relativamente "estable" con los d...