53.Tra luce e buio: penombra

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53. Tra luce e buio: penombra.

REGINA.


Julius me mira con cuidado tras soltar semejante noticia. Sus hombres fueron directamente a Italia para corroborar que nadie pueda rastrearme. Su trabajo para limpiar mis huellas fue impecable. Debería ser imposible que O'Conner tenga datos pero tiene un indicio y no parará hasta encontrar el resto de las piezas. ¿Cómo lo obtuvo? ¿Quién se lo dio? Antes de regresar, interrogaron a la única persona que podría vender algo de información y me descoloca por completo lo que descubrieron.

No me vendió, pero...

«No soy una maldita perra débil».

Me repito esas palabras hasta que mi frecuencia cardíaca se normaliza.

No lloro. No grito. No siento.

«No quiero sentir».

Uso la irritación como escudo para que se vaya. No quiero hablar más del tema. Ni siquiera le asomo lo sucedido con Roche. Mi mente se apaga y realizo todo en automático. Le envío un mensaje a Lorena pidiéndole su jet y me concentro únicamente en alistarme para el viaje. Hago unas cuantas llamadas para dejar en calma la oficina mientras no estoy. La ausencia de Camila me retrasa enormemente, así que demoro más de lo normal en resolver unos pequeños asuntos.

La garganta me arde en sed.

No beberé, no por Fiorella.

Después de una ducha fría para calmarme, recibo la llamada de Lorena confirmando que el jet está listo.

—¿No me dirás la razón de esta decisión tan repentina? —indaga, preocupada.

—Luego —susurro.

Suspira sonoramente.

—Bien. Pídeme lo que necesites y te lo daré, pero no te salvas. Quiero los detalles cuando te sientas cómoda ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Empaco lo necesario para trabajar y cambiarme de atuendo en el avión. Guardo de último mi volpe y mi atención se va a mi más reciente reliquia. Retengo entre mis manos la esfera con el Principito. Sonrío, nostálgica, y bajo al estacionamiento mirando las estrellas. Sus últimas palabras antes de irse hacen eco en mí.

Alonso me hace sentir deseada, anhelada... amada.

Soy un inigualable bombón, eso ya lo saben todos:

Ser deseada es el resultado natural de mirarme.

Anhelada las consecuencias de probarme.

Pero amada... no lo merezco. Acepto su deseo, su lujuria y añoranza, su compañía y la comida que prepara... ¿y su amor? ¿Puedo aceptarlo? ¿Puede aceptarme él?

Paso saliva.

¿Debo darle la oportunidad para que me rechace?

Me enfurece saber que no quiero. Soy tan egoísta que no quiero alejarlo. Soy tan idiota que lo llevo conmigo a la boca del lobo... porque no quiero enfrentar mis demonios sola. Presiono el botoncito hasta que, con la más pura intención de revivir el momento íntimo que tuvimos, Whisper in the dark versión piano inunda el interior del Bentley, secuestrando mis sentidos. El aire escapa de mí, un sentimiento extraño abriéndose paso en mi pecho. No puedo ignorarlo. No puedo negarlo... y me asusta. ¿Mi problema? Que mi naturaleza no admite huidas, si yo evadiera el miedo o los... riesgos, no estaría en la cima.

Marco su número en mi móvil.... timbrazo... timbrazo.... no contesta.

Reviso la hora. Aún faltan veintidós minutos para la una de la tarde. Le dejo un mensaje en el contestador pidiéndole que no se retrase. No sé qué mierda haré cuando lleguemos a Milán. Por mi estabilidad mental, no pensaré en eso ahora. Así que planifico las diferentes posturas para follar en el avión y consigo un ligero alivio. Mi corazón se acelera positivamente. La idea me hace ilusión. Será la primera vez que experimente un orgasmo a diez mil metros de altitud, a nivel de las nubes, del cielo azul.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora