51. Torre Azzarelli

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51. Torre Azzarelli.

REGINA.

—Los colores serán los mismos. Mantendremos el estilo moderno que tenemos aquí en Chicago, añadiéndole un toque inglés —señalo. Tania, la jefa del departamento de diseño interior, se muestra de acuerdo—. En uno de los pisos superiores estableceremos una guardería, un centro de masajes, enfermería y gimnasio. La cafetería estará al nivel de un restaurante élite. El estrés no es un tema que se tome a la ligera. Quiero ofrecerle a los socios y empleados un óptimo ambiente laboral.

—Podríamos agregar un jardín botánico —comenta alguien.

—O un acuario gigante.

Escucho atenta las ideas de los arquitectos. Una chica comienza a mostrarme imágenes de algunos diseños en la pantalla de la sala de reuniones. Me sugieren implementar espacios abiertos que fomenten el trabajo en equipo, como en las oficinas de Google. Miro el holograma que sobresale en medio de la mesa con orgullo. La torre Azzarelli londinense impondrá tendencias.

El móvil de Camila suena y me pide permiso para atenderlo. Me niego. Necesito que tome notas. Nada de llamadas personales durante una reunión.

—Es importante —insiste.

Tania nos mira de hito en hito. Gruño y le concedo la petición. Camila se levanta con una disculpa rumbo al baño de la sala.

—¿Cuánto costará aplicar la tecnología de ASysture que tenemos aquí? —pregunto luego de ver las estadísticas.

Toda empresa en mis manos se proyecta al futuro. No hay excepción. Las instalaciones deben expresar ese principio. El edificio que compré es anticuado, pero lo suficientemente sólido como para haber descartado la posibilidad de construir uno desde cero. El verdadero trabajo de Kraptio será remodelarlo.

—Saldrá caro —responde un arquitecto.

—Si vale el riesgo de inversión, nada es caro para mí —reviro.

—No podemos darle un presupuesto exacto aún. ¿Le parece enviar la próxima semana una comisión para hacer las últimas evaluaciones?

Mi asistente regresa con lágrimas contenidas. El resto de los presentes no la detallan pero yo sí. No cambio mi gesto duro, cuestionándome si debería hacer entrevistas para su puesto.

Los últimos días ha estado muy despistada.

—Madam, tengo que irme —le tiembla la voz—. Un familiar mío está en el hospital y se encuentra grave... por favor —suplica por mi silencio.

Aprieto los labios.

—Vete —mascullo.

Recoge sus cosas rápidamente. Mis ojos siguen su figura hasta que se pierde. Sacudo la cabeza. Acordadas las fechas y fijados los últimos detalles, firmo los permisos y doy por terminada la reunión. Falta poco para que inicie una nueva era para mí. Al salir de la sala, en el pasillo, me sorprende que, apresurándose a finalizar su conversación con unos ejecutivos, Antonio me alcance antes de ir rumbo al elevador.

Me yergo sobre mis tacones.

—Es oficial —suelta. Alzo una ceja, esperando a que continúe—. Compraste una nueva torre.

—¿Lo dudabas?

—Escuché que tienes algunos problemas con la cámara de comercio.

Tuerzo la boca en una mueca.

—Detalles. —Acomodo mi bolso y reanudo mi camino.

—Y sé que los resolverás. Tú siempre puedes —comenta. El tono condescendiente me hace mirarlo por encima de mi hombro—. ¿Almorzamos en mi oficina?

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora