23. Pecaminosa oferta.

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23. Pecaminosa oferta.

ALONSO

—En esta empresa jamás había sucedido algo parecido. Esto va más allá de la ética y la lealtad profesional.

—Astrid tiene razón —Concuerda Jorge—. Es por eso que nunca avanzamos. Desde un principio el perpetrador iba un paso adelante de nosotros. Conocía nuestros movimientos y se preparaba para ello. Caímos en la trampa.

—Nuestra prioridad ahora es descubrir quién está filtrando la información —apunta Brad—. Jorge y el amigo de Alonso encontraron un hilo en nuestro piso.

—No importa quién lo hizo —dice Astrid—. Lo que importa es, que si Regina llega a enterarse, estaremos muertos. Nos va a despedir y acabará con la empresa.

—Esta situación se escapa de nuestras manos. No puede hacerlo —Refuto. Los gestos de contradicción sobran—. ¿O sí?

Se miran entre ellos y las caras de "¿Cómo le explicamos al niño que es el mínimo daño?" se leen a kilómetros.  ¿Qué me estoy perdiendo?

—El topo está confabulando con el desfalcador —Jorge señala un esquema—. Si no lo encontramos, esa mujer nos demandará por millones. Dejará a Searchix en la ruina.

—Es mejor que solo nosotros nos concentremos en descubrir al topo. Nadie más debe saber algo al respecto —Decide el señor Turner—. Manejaremos este asunto con total discreción. Al igual que Madam Azzarelli, nuestro prestigio está en juego.

Marcus Turner, Brad, Jorge Méndez, Astrid y yo nos pasamos el día detallando una nueva estrategia. Jorge y Luther se encargarán de descifrar el resto de archivos encriptados que encontramos. La mayoría están cifrados y requieren un tratamiento minucioso. Brad pide que me quede al terminar la reunión.

—Gracias por traer a tu amigo —me tiende una botella de 7 Up.

—Él es feliz con tal de hacer una buena acción —Ironizo. No ha parado de insistir con respecto a mi hermana y yo de esquivar el tema.

—Varios chicos del A se van a quedar esta noche con algunos de nuestro equipo —avisa—. Encontraron una pista. No quieren interrupciones para rastrearla. Te quiero a ti dentro. Ahora solo podemos confiar en pocos.

¿Qué?

—No puedo quedarme hasta tarde. Tengo una presentación musical en dos horas.

—¿Eres músico? —me mira con sorpresa.

—Sí. Toco el saxofón en un grupo.

—Vaya. De joven me gustaba jugar beisbol hasta que me lesioné el hombro en prácticas para un campeonato estadal —mueve circularmente su hombro, impotencia oscureciendo sus ojos—. Solía soñar que entraría a las nacionales.

—Lo siento. Suena duro.

—Fue fatal.

—Mi meta es tocar en un gran auditorio —confieso—. Al ritmo que vamos, tal vez se cumpla algún día.

—Y eso es un gran sueño; sin embargo, hoy tendrás que avisar que no irás.

—Pero...

—No puedes tener ambas cosas, Alonso. Concéntrate en lo primordial. Has logrado mucho, cuando terminemos este caso, es más que seguro tu ascenso  —coloca una mano en mi hombro—. Llegarás lejos

Se va, dejándome congelado en mi lugar, sin moverme o poder articular una defensa apropiada. Tiro del cuello de mi camisa y aflojo el nudo de mi corbata. Más que molestia, la frustración me deja fuera de lugar. No puedo volver a ausentarme.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora