22. Cruella De Vil

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22. Cruella De Vil.

REGINA.

Intercambio las últimas palabras con mis asociados, y los dejo en la sala de juntas para que firmen con mi personal la renovación de contrato de alquiler de oficinas para el próximo año. Aquí no sólo residen mis empresas, la torre Azzarelli se caracteriza por la diversificación.

De camino a la oficina, repaso mi agenda con Camila.

—... el domingo tiene cita con la pedicurista, el martes con el dentista y el miércoles, tras cancelar el almuerzo con el alcalde, lo tiene libre. La señora Fournier le envió un pase VIP a su nuevo centro de estética y el señor O'Conner volvió a llamar. —Lee en el IPad.

Arrugo la nariz.

—¿Qué le dijiste a Emmett?

—Que usted no se encuentra disponible hasta el año próximo.

—Perfecto. —Sonrío—. Averigua cuándo y por cuánto tiempo Sandra se irá de vacaciones en diciembre.

La fecha nunca me sienta bien.

—¿Quiere que concrete una cita? —inquiere Camila, extrañada.

—Sólo avísame si tiene fecha de viaje —aclaro y señalo su IPad—. Necesito que redactes un informe y borrador del contrato para...

—¿La compra de Gold Alligator, la empresa de minería venezolana? Se lo envié hace cinco minutos. —Me muestra la pantalla—. Hablé temprano con el señor Crocker. Su hijo, Logan Crocker, se reunirá con usted la próxima semana.

Me le quedo mirando por unos segundos. Camila tiene veinticinco años y, cuando la contraté hace dos, acababa de graduarse. Tuve mis dudas al principio, pero supo ganarme anteponiéndose a todo lo que le pedía y necesitaba. No sé cómo lo hace, pero me sirve y mientras me sea útil, tendrá incontables beneficios.

—Ah, y el señor Cowan la espera dentro —agrega cuando estamos frente a mi puerta.

Asiento, entro y antes de cerrar la puerta, carraspeo, mirando a mi asistente.

—Quédate con el pase VIP de Fournier y pasa por la boutique de Simón. Yo cubro el gasto —concedo, seria—. Buen trabajo.

Camila contiene la sonrisa, cierro la puerta y me preparo para atender mis prioridades. Julius está mirando la ciudad por el ventanal. Lo que hizo con Forbes no se lo hubiera perdonado a otro. Él forma parte del minúsculo grupo de personas con las que me alegra trabajar, aunque no se lo demuestre o mencione. No soy emocional. Aprecio su lealtad y se lo expreso confiándole mis problemas más delicados.

Se gira al escuchar el sonido de mis tacones y sonríe. En su rostro no hay evidencia que los cuarenta están amenazando con llegar.

—Simón está muy agradecido con los últimos clientes que le has enviado. Una modelo usará su diseño para Vogue —alude y me encojo de hombros—. Ya comenzó a planificar la decoración de nuestra casa. Ayer vimos en una página de internet una chuchería que nos recordó a ti. Esferas navideñas de color negro. —Señala el alrededor con un movimiento de manos—. Podríamos hacer algo lindo con eso.

Dejo mi bolso sobre mi escritorio

—La navidad no es tan relevante como para cambiar mi oficina. A excepción de ser una buena excusa para embriagarse. —Sonrío con suficiencia—. No estás aquí tan temprano para platicar de mis planes decembrinos, ¿verdad?

—Me temo que no. —Se torna serio y busca algo en su IPad—. Tenemos problemas con un grupo de ecologistas. —Me muestra una página amarillista. Chasqueo la lengua—. Como lo ves, ese reportaje va de la mano con protestas en las redes por unas fotos tuyas en un evento para preservar la fauna, llevabas puesto un abrigo de piel y...

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora