21. As bajo la manga.

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21. As bajo la manga.


ALONSO

—Un capuchino, dos cajas de galletas, tres cruasanes con mermelada de albaricoque y dos pies de queso —pido.

—¿El capuchino grande, mediano o pequeño?

Miro en dirección a mi amigo, que hace una separación con sus manos un tanto exagerada.

—Grande —le respondo al chico tras el mostrador.

Una vez que he pagado todo en caja, vuelvo a la mesa con Luther y le deslizo la bandeja. Al llegar, no me permitió hablar hasta que le comprara el desayuno. Únicamente me quedo con una caja de galletas, la más pequeña, por cierto.

—Algún día tienes que ir a la pastelería que está frente a la estación de bomberos. Los pies son mucho mejor que estos y ni mencionar las magdalenas.

—No soy fan de los pies.

—No para ti, idiota, para que me invites —habla sin dejar de masticar—. ¿Y bien, qué es lo que quieres que haga?

—Algo sencillo —coloco frente a él una hoja de papel.

Lee, al segundo siguiente me mira como si me hubiese salido otra cabeza, arruga la hoja hasta convertirla en una bola de papel y la arroja hacia mí.

—Estás demente —espeta—. Si es para un atraco no cuentes conmigo. Soy muy joven para ir a la cárcel.

—Solo quiero verificar los datos en ese orden. Creo que nuestros registros están siendo saboteados.

—¿Un sabotaje?

—Sospecho que alguien de Searchix está ayudando al desfalcador. Es la única explicación a la ausencia de huellas.

—De forma que no puedes recurrir a nadie de ese edificio para que haga el trabajo sucio porque no puedes confiar en cualquiera —se regodea, migajas de galletas sumándose a sus pecas.

—Me contenta saber que tienes las neuronas despiertas —apunto, sonriendo.

—Tú pagas el siguiente café —bebe un sorbo del capuchino—. Déjame ver si entendí ¿Quieres que revise el algoritmo de la web de tu empresa, que acceda a la base de datos de una línea telefónica y luego a la de un banco, todo eso —me mira con los ojos muy abiertos—, corriendo el riesgo de perder mi trabajo por una hipótesis de nerd?

Me acomodo en la silla, digno.

—Es justo lo que te pido. De nerd a nerd.

Suspira y sigue comiendo. Luther trabaja para el gobernador. Es un genio con las computadoras. En palabras más sencillas: Un hacker. Nos conocemos desde la adolescencia y coincidimos en algunos cursos en la universidad.

—¿De cuál empresa estamos hablando?

—No de cuál, sino cuáles y quién. La auditoría es a la cartera de una poderosa inversionista. La presidenta de Azzagor Enterprises. No puede haber errores o rodarán las cabezas equivocadas. Ella también podría salir perjudicada.

Achica los ojos, curioso.

—Hablas como si la conocieras —eso me toma desprevenido.

—Es mi clienta.

—Ajá —se ríe—, pero tu mirada y tono al hablar es similar a cuando andabas ilusionado con...

—No la menciones —niego con la cabeza—. ¿Trajiste tu laptop?

—La pregunta ofende —la saca de su bandolera—. Nunca salgo sin ella.

El tiempo pasa y los vasos de café al igual que las envolturas de pies se acumulan en la mesa. Evito formar una montaña de basura de modo que me levanto a depositar todo en la papelera. Luther tiene un estómago sin fondo y es mucho más delgado que yo. Su cabello negro apunta a todas partes y, mientras yo uso traje, él viste una sencilla camisa con estampado de Ram y Rem.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora