30. Nueva sospechosa.

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30. Nueva sospechosa.

ALONSO.

Salgo disparado del elevador en una carrera esquivando a todo aquel que me encuentre en el camino. Unos me gritan que corra más rápido y otros me insultan. Llego en extremo tarde a la reunión. No dormí casi por desvelarme ensayando sumado a que Nathaniel le dio por organizar una fiesta, así que opté por quedarme en el piso de Nat, ubicado mucho más lejos que mi apartamento. Vaya que los mellizos son muy diferentes. Me detengo frente a la puerta doble de la sala de juntas. Seco el sudor de mi frente. Respiro profundo. Ajusto mi corbata, tiro de las mangas de mi saco nuevo que compré ayer y entro.

La conversación se detiene y siento la presión de las miradas posándose en mí. La mayoría son de burla, por otro lado, Susan me sonríe, Brad me mira con advertencia, Astrid con decepción, Gregory con desprecio, Luther con alivio y el señor Turner se mantiene inexpresivo... pero la mirada más alarmante y pesada es la que amenaza con calcinarme lentamente, una amarillo verdoso de la mujer sentada a la cabeza de la mesa.

Me mantengo erguido mientras camino sin enfocar a nadie hasta el asiento vacío junto a mi amigo...

—Menudas horas para llegar —refuta, hostil.

—Tuve un percance —me muestro serio—, no volverá a...

—Cierre la boca y siéntese, señor Roswaltt —habla con frialdad—. Las excusas son innecesarias. No se puede pretender respetar a alguien si no valora su tiempo. El mío es limitado.

Nos vemos. Aprieto la mandíbula. Sus cambios radicales me aturden demasiado. Ayer nos encontramos un par de veces y no dudó en tentarme; sin embargo, antes de que pudiese corresponder a sus insinuaciones pecaminosas, me recordaba que estoy castigado. Y, a pesar de que sé que en este instante tiene razón, no me gusta ese tono. Su faceta de reina de hielo es tan desconcertante. Un folder aterriza en mis manos. Brad me hace un gesto y me dispongo a concentrarme en la reunión.

Unos minutos más y me levanto junto con dos de mis compañeros para explicar una diapositiva de los avances que hemos obtenido. Regina nos hace preguntas y de tanto en tanto se me queda viendo intensamente. La ignoro. Basta de distracciones con piernas largas. Quiere profesionalismo, le daré profesionalismo. Se coloca entre nosotros estudiando la gráfica de cerca. Demasiado cerca como para embriagarme con su perfume. Mis manos pican por tocarla. La miro de reojo y reconozco ese brillo obsceno en sus iris. La comisura de su boca se eleva un poquito, casi imperceptiblemente crea una curva divertida.

La malicia destila por sus poros y se camufla bien con la petulancia indiferente. ¿Cómo lo hace?

Antes de irse me da un repaso discreto y frunce los labios. Alzo las cejas en su dirección y se va sin reflejar nada. Esa mujer me está volviendo loco. Terca. Engreída.  Soberbia. Egocéntrica. Impulsiva. Tantos adjetivos escucho a diario entre los empleados y ninguno se acerca a describir todo lo que Madam Azzarelli representa.

Suelto aire sonoramente y respingo cuando Brad me salta encima con todo tipo de amonestaciones por mi retraso. Astrid interviene y pide que el resto se retire. Luther me mira nervioso y le aseguro bajar al salir. Nos quedamos el señor Turner, Brad, Astrid, Gregory y yo. Procuro no demostrar mi antipatía contra el calvo. Tengo un mal presentimiento. Inician una discusión que supe que tarde o temprano abordarían.

No puedo evitar que me incomode: La decisión con respecto a Global Beauty y el silencio de Regina.

—Esto es lo que logramos recolectar desde el día que se presentó la fiscal —habla Astrid mostrando una serie de documentos que me ponen en alerta—. Las acciones arbitrarias de Madam Azzarelli me preocupan con respecto al desfalco.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora