25. Cuore di ghiaccio.

1.1K 235 9
                                    

25. Cuore di ghiaccio.

REGINA

Aprieto mis labios convirtiéndolos en una fina línea. Esto es lo último que esperaba ver un lunes por la mañana. La pequeña plaza al otro lado de la calle y la puerta principal de mi torre están atestada por una molesta plaga: reporteros, fotógrafos y ecologistas. La multitud de amantes del mundo verde sostiene diversos carteles en cuyos textos se lee:

Asesina de ballenas. Bruja sin corazón. Hipócrita. Arpía.

Resoplo con indignación y redacto un mensaje a Dorothy para que acabe con este circo. Rivers da la vuelta a la manzana y me hace preguntarle con la mirada qué diablos hace cuando conduce por otra calle diferente a la que da al estacionamiento subterráneo.

Mi teléfono laboral vibra por una llamada entrante de mi asistente y el otro móvil por la respuesta de mi agente de prensa. Levanto la mirada al sentir que nos detenemos. Mi chofer baja del coche frente a una cafetería y en un minuto regresa entregándome un vaso de chocolate caliente con cobertura de malvavisco.

Enarco una ceja antes de aceptarlo.

—Ya sé lo que estás pensando y no lo haré —aviso después del primer sorbo.

—Nunca te ha importado lo que dicen de ti allá afuera.

—Reconocieron el Phantom. Si me voy, les daré el gusto de llamarme cobarde —murmuro viendo por la ventana mientras me acabo la bebida.

Niega con la cabeza y nos redirecciona a la parte trasera de la torre sin dejar de buscar mi mirada en el retrovisor cuando tiene oportunidad.

—Estarías cuidando tu salud —comenta cuando estaciona—. Recuerda lo que dijo el doctor. Ese genio tuyo te provocará una úlcera tarde o temprano. Tu bienestar y felicidad van por encima de todo.

—¿Quién dijo que no seré feliz cuando les patee el culo por difamarme? —satirizo. Rivers suelta el volante con resignación y se comunica con Enrique por el auricular.

Siento mi teléfono laboral vibrar por quinta vez. Lo ignoro y salgo del coche dando un portazo que llama la atención de los trabajadores más cercanos a mi plaza.

—¿Regina Azzarelli? —Escucho una voz irritante a mis espaldas.

—La única e inigualable —contesto de mala gana sin detenerme, viendo por encima de mi hombro que se trata de una mujer.

—Mi nombre es Inés Lacroix, me gustaría...

—Hable con mi asistente y agende una cita —la echo con un gesto de mi mano y apresuro el paso.

Malditos paparazzi.

Respiro profundo y decido morderme la lengua para evitarle más problemas a Dorothy y a mi propio estómago. La castaña usa zapatillas bajas por lo que no se le dificulta alcanzarme.

—Sólo quiero hacerle un par de preguntas sobre la compra de Global Beauty —insiste.

—Olvídelo. —Ruedo los ojos—. No tengo tiempo para periodistas y sus ridiculeces sobre maltrato animal.

Un gesto de mi cabeza basta para que mi guardaespaldas se interponga entre ambas. ¿Hasta cuándo el acoso?

—Vengo de la oficina de la SEC —exclama en medio de una risa y por poco pierdo el equilibrio cuando mi tacón se queda atorado en una rejilla.

«¡Puta madre!».

—¿De la SEC, dijo? —Me giro con lentitud.

—Comisión Nacional de Bolsa y Valores.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora