44. Sentido Arácnido.

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44. Sentido Arácnido.

ALONSO.

—Ganarías el doble, hasta el triple si bailaras con nosotros —Nathaniel se acerca a la barra por un trago de brandi—. Piénsalo y empezaremos a ensayar las coreografías. Ya conoces algunas.

La paga que recibo por servir tragos es aceptable.

La paga que recibiría por servir tragos sin camisa y permitir que me manoseen es muy buena.

La paga que recibiría por bailar y permitir que me manoseen es desorbitante.

Por ahora, estoy bien así, tras la barra y vistiendo un uniforme del lugar que se limita a una camisa blanca de lino con pajarita y pantalón negro. El trabajo en la cafetería es relativamente aburrido, pero práctico. No gano ni un tercio de lo que obtenía en Searchix. Charlotte Keegan canceló la presentación después del escándalo. No habrá piano o un nuevo Xbox muy pronto. Lo positivo: no moriré de hambre y podré seguir pagando mi parte del alquiler del apartamento.

Las noches en el club XQuisite son... alocadas. Cada fin de semana está a reventar, afuera una fila enorme espera para ser admitida, en su mayoría mujeres que anhelan ver el espectáculo nudista, aunque también hay días donde se presentan bailarinas y el lugar se llena de viejos ebrios.

—¿Eres el chico de las noticias que estuvo saliendo con Regina Azzarelli? —pregunta una voz femenina al rato, a mis espaldas. Mis hombros se tensan. No me giro mientras sigo preparando un cóctel.

—No sé de quién habla —murmuro, resentido.

Pasan unos segundos antes de que emita un sonido desde su garganta.

—Te pareces bastante —ríe bajito—. Eres muy guapo para estar sirviendo tragos. ¿Por qué no bailas?

Me encojo de hombros. Aquí seleccionan el personal para que transmita buena presencia. Nathaniel es uno de los favoritos, por eso no se rinde en pedirme que lo apoye a deslumbrar cuarentonas ricachonas, en su mayoría, esposas florero.

Sin poder aguantar más, enfrento a la mujer fingiendo una sonrisa. Para tener una voz tan dulce, es una castaña entrada en la treintena. Vestida elegante pero con mirada filosa que me estudia con detenimiento.

—¿Qué se le ofrece, señora Lacroix?

—Un Martini y respuestas sobre Regina Azzarelli —sonríe de lado.

—Tengo entendido que el caso fue suspendido —alego.

—Y tú despedido —se inclina hacia adelante—. ¿Por qué?

—Cotilleos amarillistas —contesto con normalidad y sirvo su trago

—¿Tenías una relación personal con Azzarelli?

Continúo preparando el cóctel anterior.

—Me niego a contestar sin un abogado —farfullo.

La escucho suspirar.

—Puedo citarte, ¿lo sabes?

—Lo sé—asiento, serio.

Achica los ojos. Aguanto la respiración, esperando que aparezca un ejército de agentes trajeados como en las películas y me esposen. Pero no sucede nada. Una clienta habitual se sienta junto a la fiscal y rompe la tensión. La atiendo sin quitarle la vista de reojo a Lacroix. Hurga en su bolso y desliza una tarjeta hasta mis manos.

—Perdiste tu empleo y ella permanece ilesa —susurra—. Ayudarme podría ser beneficioso para tu reputación.

Me guiña un ojo queriendo parecer sexy, deja propina desorbitante y se va, causándome un enorme dolor de cabeza.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora