38. Bianco e nero.

882 173 43
                                    

38. Bianco e nero.

REGINA

El teléfono suena y contesto activando el auricular en mi oreja.

—Dime.

—Madam, el señor Crocker quiere confirmar la reunión de esta tarde —avisa Camila.

—Cancélala —cuelgo.

La puerta se abre sin autorización.

—Disculpe, Madam, ¿está segura de cancelar? Hoy se finiquitará el acuerdo por....

—¡Ya sé! ¡Dile que no puedo, agenda para la próxima semana y sal de mi oficina! —vocifero apretando el puente de mi nariz.

No necesito girar la silla para saber que está conteniéndose de soltarme algo. Llevamos discutiendo todo el día. Escucho sus tacones y la puerta cerrarse.

La piel me pica y mi garganta me pide a gritos un trago. Algo que supere el ardor que me quema por dentro. Clavo las uñas de una mano en el reposabrazos y, con la otra, aprieto el caballo negro con fuerza. Ignoro el dolor en mi palma y continúo viendo la ciudad a mis pies sin enfocar nada en específico. Cientos de personas y coches se ven tan pequeños que podrían confundirse con figuras de juguete... O, con las piezas de mi tablero favorito de juegos.

El móvil en mi regazo vibra. Leo el nombre en la pantalla y contesto.

—No quiere confesar —informa Mashiro—. Repite que no ha hecho nada y que nos denunciará por secuestro.

—Erick aprobó —miro el caballo—. Prepara la cámara. Quiero ver su cara cuando escuche lo que le espera.

—Enseguida.

Cuelgo. Me levanto y le pongo seguro a la puerta. Regreso a mi silla ejecutiva y es inevitable que vuelva a ver los documentos sobre mi escritorio. Se están acercando a Tirano. Cierro los ojos y meneo la cabeza. Los aparto, dejo la pieza negra a la vista y abro mi laptop. Sincronizo el auricular. Entro en el correo cifrado, en la bandeja de borradores y allí encuentro el link. Un clic y la pantalla se oscurece.

Una fea nariz es lo primero que sale.

—... no critiquen. Este ángulo es perfecto —escucho al nerd informático—. ¡En línea!

Ahora la cámara enfoca la cara completa de Luther Sachz.

»Aquí Astro Boy a Drácula ¿Me escucha?

Ruedo los ojos.

—Al grano —exijo.

Asiente. La imagen cambia. «Ahí estás sanguijuela». Me inclino hacia adelante, apoyo mis codos sobre el escritorio y entrelazo mis dedos.

—¡No he hecho nada! —lloriquea.

—¿Nada es equivalente a robarle el móvil y plantarle un rastreador a Alonso Roswaltt? —ataca Mashiro.

No le responde.

Aprieto los labios, deseando ocupar el puesto de la asiática para amedrentar a Morris. Cometió un grave error. Una corriente de furia desconocida me recorre el sistema nervioso y solo puedo pensar en las diferentes formas para destruirla. Detesto la idea que esa mosquita muerta haya tocado lo que me estoy comiendo.

En tema de perras trastornadas, Alonso ya tiene de sobra conmigo. No necesita más.

—¿Tanto le temes a Regina Azzarelli como para no enfrentarla directamente? —Mashiro resopla con burla

Sonrío de lado. Esa chica me agrada.

Morris sigue guardando silencio.

—Bueno, ricitos, ya me tengo que ir —suspira—. Lamento informarte que esta misma noche serás recluida por el Estado.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora