42. Non ho bisogno di nessuno.

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42. Non ho bisogno di nessuno.

REGINA

Los latidos de mi corazón se sincronizan con el sonido del galope. Me inclino hacia adelante con el culo despegado de la silla para equilibrarme cuando Nerón salta elegantemente el tercer obstáculo. Uno de cuatro barras. Respiro hondo, visualizando el pozo que sigue. Llevamos casi medio circuito de la arena techada.

—Buen chico —lo felicito y acaricio su cuello—. Falta una vuelta.

Lo que más amo de este deporte, siendo Nerón lo primero, es la adrenalina que recorre mi sistema y aviva mis terminaciones nerviosas.

No nací siendo una devota al entrenamiento físico, fue gracias a mi terapeuta previo a Sandra, que decidí inculcarme una disciplina. Me recomendó practicar diferentes tipos de actividades para canalizar la energía, vaciar la mente y controlar mi ansiedad. Probé de todo: kickboxing, judo, taichí, natación, esgrima, tenis...

Nunca me sentí plena con ninguno. Clase que me duraba más de una semana era un verdadero logro. No fue hasta que Lorena me convenció en acompañarla a campo abierto para una sesión fotográfica que descubrí la posibilidad de practicar equitación aquí. Es un deporte glamuroso que trabaja hombros, espalda y piernas.

Pero, en especial, ejercito mi mente.

Mantengo el control.

Los caballos forman parte de mi infancia y, cegada por la bruma de la ciudad, nunca pensé que podría volver a verlos... mucho menos a Nerón. Imaginen que años atrás ni siquiera fui lo suficientemente valiente como para retomar la danza sin sentirme asqueada, hubo una temporada donde hasta temí que Chicago me quedara grande.

Reconozco con vergüenza lo tonta que era a los veintiún años.

Mi vida no era fácil y yo en extremo terca como para rendirme ante mis demonios internos. Luchaba cada maldito día para conseguir horas de paz y, cuando perdía la batalla, necesitaba altas dosis de sexo o ahogarme en ginebra, whisky, vodka y cualquier líquido que me quemara los suficiente como para olvidar el verdadero ardor que me atormentaba por dentro.

Hoy sigue atormentándome.

Me bajo de la silla con agilidad una vez terminado el circuito y llevo a Nerón a su cubículo. Con total parsimonia le retiro el equipamiento. Lo cepillo y alimento. En ningún momento dejo de mimarlo.

Es un shire puro y un ser muy especial para mí. Lo vi nacer y lo crie. Es tan arisco, hermoso, fuerte e indomable como yo. No cualquiera puede tocarlo y menos permite que lo monten. Ni los trabajadores del club. Nadie. Quien lo intente terminará en el suelo o directamente en el hospital por una patada. Tuve que pagar un dineral para evitar que lo sacrificaran y otro más por los daños causados. Es flexible con el mozo que lo cuida, supongo porque lo ve todos los días pero ni él puede montarlo.

No tiene jinetes.

Soy su única amazona.

Pasar tiempo juntos es mi técnica de relajación infalible.

—Madam...

—¡Regina Helena!

La voz de Lorena y la de Mashiro se escuchan a la vez.

Dudo. A excepción de lo estrictamente laboral, llevo cinco días desconectada del mundo. Cinco días que no sé nada de Alonso a excepción que lo despidieron y... El punto es que no he contestado ni los mensajes ni llamadas de la pelirroja. Acostumbramos a comunicarnos muy seguido. No estoy para socializar; no obstante, si la echo, sospechará que algo anda mal.

Escabrosa Penumbra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora