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Atlas en multimedia.

Atlas:

Existen tres cosas que un hombre como yo ama: El alcohol, el sexo y el dinero.

Aunque admito que ganar un juego importante eran tan increíble como las tres primeras opciones.

¿El por qué? Fácil, de ella me abastecía con las tres primeras.

Es la noche después del partido que nos acercó un paso más a la final, tenemos la noche libre y por supuesto que íbamos a tener una gran fiesta y como en cada fiesta, necesitaba mis dos primeras opciones como el puto aire que respiro.

—¡Atlas!.—El grito de la morocha sobrepasa la música que se encuentra al otro lado de la puerta que nos separa de nuestra fiesta privada.

No deja de tambalear las piernas, aunque yace apoyada sobre sus rodillas contra el colchón, con el cuerpo sudoroso y sus senos rebotando en cada empuje de mi polla hundiendo su canal trasero.

Oh dios...—Echa la cabeza hacia adelante y tiro de su cabello en un nudo, obligándola a levantar la cara.—¡Oh.., Dios... !¡Oh dios...! ¡Atlas, Dios mío!

Cierro los ojos, me irrita oírla gritar y esa furia me hace empujar con más rudeza, la embisto repetidas ocasiones, hundiéndome hasta la pared que me niega seguir metiéndosela, ella grita mi nombre y gime sin detenerse.

Lisuras, malcriadeces. Palabras de las cuales un padre jamás quiere que salgan de la boca de su hija y ahora mismo me siento apenado de ese padre que no tiene idea lo bien que me estoy follando a su niña.

—¡Atlas...! ¡No puedo... voy ah...

—Claro que puedes, nena.

Arruga las sabanas, mis manos bajan y aprietan sus nalgas, las levanto, bajando más mi polla y en esa posición incómoda para ella, pero maravillosa para mí, la penetro repetidas veces, mi cadera choca contra su culo y sus jadeos terminan siendo opacados por el golpe de cada estocada.

Me baño en sudor y dejo que mi derrame venga, la polla se me endurece y palpita mientras me corro dentro del condón.

Respiro profundo y me urge una cerveza, salgo de su interior, me quito la protección y voy directo hacia el baño, regreso una vez haber hecho pasar la palanca junto al aliado que llevo conmigo y me impide cometer una estupidez.

Regreso a la cama y la encuentro con una botella en la mano. Adoro cuando me leen la mente.

Me dejo caer junto a la morocha y su desnudez, llevando la botella a mis labios. Al igual que todas las chicas que pasan una noche entre mis sabanas, se acomoda sobre su pecho creyendo que lo que acaba de pasar es algo especial que recordare eternamente, cuando ni siquiera me sé el nombre de la mujer.

—¿Vamos a un lugar divertido?

Sonrio llevando otra vez la botella a los labios, mis oídos escuchan todo el ruido detrás de la puerta.

Con una sonrisa pregunto.—¿Un lugar al que tengas pensado?





(***)





Vale, estoy borracho, pero como los chicos suelen decir. Mientras aun puedas mantenerte en pie...

Field GoalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora