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Jamie:

Unos minutos más tarde, me encuentro sobre el suelo después de negarme a entregarle el balón, Atlas se pone de pie con el balón en mano y desde el lugar, encesta perfecto.

Se vuelve hacia mí con una sonrisa. —¿Suficiente para ti, loquita?. —Me extiende la mano para ayudarme a levantar. —Es tarde. Vamos a casa.

Acepto su mano, pero en lugar de levantarme apoyada en ella, tiro del brazo de Atlas y lo hago caer encima de mí.

Me rio, con los brazos alrededor de él. Lo escucho reír y me da la vuelta, parecemos niños entre giros y termino ubicada arriba de él y sus manos en mis caderas.

—Jamie, es tarde y ya no hay nadie en la escuela. —Me indica.

—Entonces...—Me inclino sobre él y ambas palmas se apoyan sobre mis glúteos. —¿Le temes a la oscuridad o a los fantasmas?

Rio sobre sus labios y el me derriba.

—A ninguno. —Me aclara mirándome. —Mi tío solía decir, témele más a los vivos que a los muertos.

—¿Entonces la oscuridad?

Su mirada cambia, su boca no muestra una sonrisa, aunque sus ojos siguen perdidos en los míos.

—¿Por qué temer si estoy bien acompañado?

—¿Eso crees? Si sale algo a mitad de la noche, no dudes en que te usare como carnada.

—Que estupenda novia.

Mi corazón salta. —¿Novia?...

Vuelve a sonreír.

—Atlas ¿Eres mi novio?

—Bueno, eso espero. —Responde inclinando la cara hacia la mía.

Mi corazón da otro brinco y la expresión de felicidad en su cara se le cambia por una más perversa y sus ojos me miran igual que esa primera noche donde lo masturbe.

Atlas me besa y me permito perderme debajo de él, su boca inicia una danza sobre la mía, me envuelve y acelera mi ritmo cardiaco, sus besos con los segundos se vuelven embriagadores y el calor que siento ya no solo está en mi cabeza.

Jadeo buscando aire y nos miramos a los ojos, la presión de su punta contra mi vientre, me indica cuanto deseo me tiene.

Y solo nos miramos, ninguno dice nada y me consta en qué lugar estamos, lo tengo presente mientras me desnuda y yo le quito prenda por prenda hasta ver más de esa piel morocha, pero es como si mi cabeza no quisiera escuchar, dejándose llevar por el deseo compartido que tengo con Atlas.

Él me toma de la cintura, desviando los dedos por mi sujetador, el cual es la última prenda que queda cubriendo mi cuerpo, lo desabrocha y deja que mi espalda se apoye otra vez sobre el suelo, sus ojos visualizan mi desnudez y yo paso la saliva sintiendo algo de nervios.

Me adelanto a él, subo las manos a sus pectorales y dejo que mis dedos se calienten con la temperatura de su cuerpo mientras desciendo las manos y separo los dedos en mi ruta hasta los abdominales marcados, el jadea y disfruto de su expresión cuanto más mi tacto se sumerge sobre su piel. Esta desnudo e impaciente al igual que yo, así que cuando mis manos tocan su erección, el ya no desea alargar esto y yo complacida, lo recibo.

Su boca se apodera de la mía y sus manos inician una exploración por mi cuerpo, aprieta, me sujeta y desliza los dedos en medio de besos, me besa con ganas, reclamando mis labios como suyos.

Rompemos ese beso y siento como el me separa las piernas para ubicarse encima. Suelto una risita cuando estira la mano en busca de los pantalones y un preservativo sale ante mi vista.

Field GoalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora