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Jamie:

—Una fracción representa el número de partes que tomamos de una unidad que está dividida en partes iguales y se representa por dos números separados por una línea de fracción.—Menciono caminando alrededor del salón.—¿Alguien me dice cuales son los dos términos?

La mayoría de mis estudiantes levanta la mano, señalo a uno de ellos.

—Numerador y denominador. 

—Muy bien.—Respondo con una sonrisa y me acerco al pizarrón, señalo los tres ejemplos de fracciones que he escrito sobre ellos.—El numerador es el número de partes que tenemos y el denominador es el número de partes en que hemos dividido la unidad.

Me vuelvo hacia ellos y sonrio.

—Tenemos tres tipos de fracciones aquí.—Menciono y señalo cada ejemplo.—Propia, impropia e unitaria.. ¿Quién me dice cual es cual?

Golpean la puerta de clases abierta, hay un hombre vestido de repartidor. Me hace una señal y yo me vuelvo hacia mis estudiantes.

—Discúlpenme un momento, por favor.—Me acerco al hombre, quien me examina.

—¿Jamie Stuart?

—Soy yo.

—Esto es para usted.—Me entrega el ramo de rozas y me extiende una carpeta para firmar.—Firme, grande por favor.

Abro los ojos y hago una firma clara.

—¿Quién los envía?

—Esta en la tarjeta.

El hombre con un gesto amable se despide de mi clase y también de mi, escucho murmullos de mis alumnos y suspiros de alguna de las niñas.

Llevo el ramo sobre el escritorio y abro la tarjeta.

¿Atlas?

No, son de Ángel.






(***)



—Y te llevo rosas.—Pronuncia Gia, nos encontramos en la hora de receso.—Es obvio que esta arrepentido. ¿Qué ocurre?

Niego con una sonrisa.—Nada.

Solo esperaba que fueran de alguien más.

—Oh no, repartidor de rosas al frente.

Alzo la mirada, Angel viene en mi dirección y Gia se levanta.

—Te veo después.

—Cobarde.—Le suelto, ella se marcha y Angel se detiene frente a mi, en sus manos lleve un pan y un jugo.

—¿Puedo sentarme aquí?

Asiento con la cabeza.—Si, yo... ya me iba.—Me levanto de los asientos de madera.

—No, espera.—Me toma de la mano y mis ojos van a ese lugar. Lo observo tragar como si le pesara.—Por favor, no te vayas.

Trago saliva y me quedo, vuelvo a sentarme y el ocupa el lugar al lado mío.

—¿Recibiste mis rosas?

—Si, lo hice.

—¿Y te gustaron?

Field GoalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora