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Jamie:

No se que hacer, ni que decir, más que mirar a Ángel, quien pasa a tener de unos ojos de sorpresa a llenos de decepción.

Pone la mirada sobre mi.

—Ángel...—Intento hablar, pero el sin dirigirme la palabra, sale de mi departamento.

Me vuelvo hacia el producto de todos mis problemas y el se ve como si disfrutara de todo este espectáculo.

—¿Entonces el desayuno aun no esta listo?

Niego con la cabeza y voy detrás de Ángel, salgo al pasillo y miro primero a la izquierda y luego a la derecha, lo encuentro dirigiéndose hacia el ascensor de este piso.

—¡Ángel!

No se detiene, mis pies se apresuran a alcanzarlo.

—¡Escúchame, por favor, Ángel!.

Se detiene dentro del ascensor y bloqueo las puertas con una mano, mientras con la otra tengo envuelta la toalla a mi cuerpo.

No puedo creer que saliera así, pero no podía dejar que se fuera pensando lo peor de mi.

—Solo escúchame un minuto, por favor

Me da una larga mirada, observando la única toalla que traigo puesta cubriéndome el cuerpo y con la cual miles de teorías deben pasar por su mente.

—Escúchame... por favor, déjame hablar. No ha sido como crees.

Finalmente, se atreve a dirigirme la palabra.—Estabas semi desnuda y el salió de tu baño igual.

—Lo se, se que se ve terrible, pero la verdad...—Coloco ambas manos adelante.

—No.—Se resiste a oír, el corazón se me hunde.—Lo único es que me hubiera encantado oír de ti misma si tenias una relación con el.

—No tengo ninguna relación con el.

—Eso es mucho peor.

Abro los ojos.

—Pensé... pensé que no eras de esas. 

¿Qué?

—Una más que cae en los encantos de Atlas Corbett.—Me aclara.—Creí que eras más inteligente, que tu y yo.

—Si me guste o no o si tenga una relación o no con Atlas, no me hace más o menos inteligente, Ángel.—Le respondo.—¿Desde cuando los gustos hacia una persona definen tu inteligencia?

—No quería decir eso... no pienso claramente. Solo estoy enojado porque me siento usado por ti. 

—No te he usado.

—Pero ¿Por qué me siento así?.—Quiero explicarle que es una equivocación, pero no me deje, en lugar de eso.—Solo aléjate de mi antes de que diga algo de lo que me pueda arrepentir.

—¿Harías eso?

—Cuando las personas estamos enfadadas decimos cosas, prefiero dejarlo ahí.—Me responde.—Pero tienes que saber... que no soy el hombre que comparte la mujer que le interesa con otros.

Alzo las cejas.

—Si tu intención era esa.

—No pretendía eso, Ángel.—Espeto.

Su mandíbula se aprieta.—Regresa a tu departamento, antes de que alguien te vea así.—Hace un gesto hacia el pasillo.

Giro la cabeza y al volver en su dirección, las puertas han empezado a cerrarse.

Field GoalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora