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Jamie:

Si puedo elegir un momento para morir, que sea ahora.

—Jamie...

Ángel pronuncia mi nombre una segunda vez y el corazón me sale disparado, abro mucho los ojos y cuando da un de paso en mi dirección, termino huyendo.

Literal, huyo.

Dios mío, no quería que lo supiera así, tampoco se si quería que algún día lo supiera.

Pero ya no puedo hacer nada, solo ignorarlo todos estos años que nos queden juntos de trabajo o evitar cruzar caminos con el, aunque es imposible.

Que humillación.




(***)






Me quedo hasta tarde revisando los cuadernos con las tareas de los chicos, incluso almuerzo en el salón.

Y estoy concentrada en cada hoja, cuando escucho tres golpes en la puerta del salón vacío.Me sobresalto y me giro colocando los ojos en Atlas.

—Hey.. —Cabecea en dirección de la puerta.—Te necesito.

—¿Qué ocurre?. —Pregunto sobando mi ojos con mis nudillos. Mi espalda duele por la postura o por mi vejez.

Quizás es mi vejez.

—Los de la reparación del gimnasio están aquí. —Me responde.

Me levanto de asiento y cierro los cuadernos, sigo los pasos de Atlas por el pasillo hasta el gimnasio.

Yo ni nadie ha entrado ahí hace meses, debe estar infestado de suciedad.

—¿No vas a decirme nada?

—Prefiero guardarme lo que tengo que decir. —Comento. Escucho como se bufa de mi, pero no le hago caso.

Me detengo frente a las dos puestas abiertas del gimnasio, dentro se encuentra el director, con algunos hombres de construcción y otros maestros más,  interesados en lo que podemos hacer con el gimnasio una vez que esté terminado.

Paso la mirada alrededor del lugar, esta sucio obviamente y faltan más asientos alrededor de la cancha de baloncesto, también parece que deben remplazar las dos cestas por unas más seguras y la madera del suelo está sobre salida, así como las marcas que separan a la cancha, borrosas.

Si, hay mucho trabajo que hacer.

Suspiro y pongo la mirada en los obreros, me cruzo de brazos. —Tal vez un par de semanas..

—Es grande. —Comenta Atlas. —Me gusta...

Me vuelvo hacia el, tiene una sonrisa en el rostro. Niego con la cabeza y me quedo helada cuando detrás de los profesores encuentro a Ángel, mis labios se separarán y siento ganas de huir desesperadamente, pero el ya me ha visto y viene en mi dirección.

—Jamie.

Parpadeo.

—¿Podemos hablar?

No.

No

No.. —Si.

Sonríe y mira a Atlas, Ángel viene en mi dirección y me guía hacia una de las esquinas, para un poco de privacidad.

—¿Qué haces aquí..?

Le da una mirada al gimnasio y luego regresa sus ojos a los míos.

—Los chicos dijeron que podía convertirlo en una zona de debate también. No tenemos un auditorio y aquí es más grande...

También podría usarlo para sus clases y no tener que llevar el elemento audiovisual al salón, traerlo aquí al tener más espacio.

—¿Entonces estás de acuerdo...?

—¿En qué reducirán el 10% de nuestro suelto?. —Suspira, achico los ojos pensando que no. —Creo que el 10% no es nada si se nos da algo con que trabajar.

Sonrio despacio, Ángel siempre ve todo lo bueno que podemos sacar de un poco de sacrificio.

—Sobre lo que oí está mañana...

Ayy no.

Las mejillas se me llenan de calor.

—¿Fue cierto?

Agrandó los ojos.

—Jamie...

—Si.. —Respondo, a estas alturas no tiene sentido negarlo. —Es verdad.






Atlas:

¿Qué tanto hablan?

Y ella ... ella se ve feliz.

¿Por qué se ve feliz?

Debería estar triste o llorando porque el tipo la rechazó, pero se ve con entusiasmo... ¿Emoción?

La veo asentir con la cabeza y no se interpretar la señal, intercambian un par de palabras más y luego el regresa al gimnasio, pasando por mi lado y dando una mirada rápida.

Jamie llega a mi lado. Sus mejillas se encuentran de color escarlata y sus ojos brillan como niña enamorada.

—¿Y esa cara? .—Me burlo.—Parece que tus mejillas van a estallar de tanto sonrojo.

Se que le gusta, pero me resulta fastidioso.

El sonrojo, no el que le guste.

Me da igual que le guste o no, lastimo mi ego tal vez, pero ya lo supere.

—¿Qué te dijo para que te pusieras así?. —Regreso mi atención al director y los constructores dentro del gimnasio.

—Dijo que lo sentía, que no sentía lo mismo.

—Oh. Enserio. —Mi maldita sonrisa no la disimulo. —¿Y porque te ves tan feliz?

—Ángel cree que debemos conocernos más.. y quizás así haya o nazca algo entre nosotros.

¿Ah?

Me vuelvo hacia ella, arqueando una ceja.

Y llena de emoción, suelta.—Me invitó a cenar ¿No es genial?

No, no lo es.

Claro que no lo es.

Field GoalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora