HISTORIA: ¿Y QUIÉN LOS MATÓ? (CAPÍTULO 9)

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TURURURURURU. Bueno, lo subo para no tener que hacerlo más tarde. JAJAJA. Estoy escribiendo algo y quiero concentrarme en eso, y no pensar en este. Les recuerdo que el próximo capítulo es el final, y luego vamos con el epílogo.

 Les recuerdo que el próximo capítulo es el final, y luego vamos con el epílogo

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¿Y QUIÉN LOS MATÓ?

Capítulo 9:

No sabían que hacían, pero sabían cómo terminaría. Durante toda la noche luego de que él cantara frente a todas las personas del hotel, estuvieron entre ven y dime. Sus coqueteos eran vistos con claridad. Bankotsu no sabía qué hacía, solo pensaba en ella, la deseaba, quería tenerla nuevamente, aunque sea una vez más. Sus besos dentro del ascensor fueron subiendo de intensidad, el moreno recorrió ese bonito trasero de la azabache con sus enormes manos, la apretaba más hacia él para que viera lo ansioso que estaba de ella. Ya no estaba en sus cinco sentidos, pero si sabía que ella al igual que él, se estaba dejando llevar. El ascensor se abrió mientras el caminaba sujetándola firme y aun dándole calurosos besos en todo el cuello—alguien nos puede ver—dijo ella a medias pero artículo una oración completa.

–nadie lo hará. Todos están en la fiesta. Podría tomarte aquí mismo—siguió con lo que hacía.

A lo largo del pasillo solo se escuchaban los excitantes besos de la pareja. No supieron bien a cual habitación iban, si a la de Kagome o a la de Bankotsu, el exceso de alcohol les jugaba una mala pasada con la orientación. La cosa fue que la puerta se abrió con la llave de alguno de los dos. Él la cargó haciendo que ella enrosque sus piernas en sus caderas. Beso tras beso. En plena habitación oscura, solo iluminada por la luna que entraba por el gran balcón que estaba frente a la playa caminaron en busca de la cama con torpeza. Ella río divertida al ver que él casi tropieza y por poco casi caían ambos al suelo.

–No te rías—sonrió en la oscuridad para volver a capturar sus labios. La tiró a la cama con brutalidad, sensualidad y cariño en mezcla, ya no podía aguantarse, necesitaba poseerla, ella era lo que deseaba, en ese momento no importaba el mañana. Se lanzó encima de ella, durante sus ardientes besos cada uno se ayudó a quitarse las prendas. La azabache podía sentir entre medio de sus piernas ese duro pene que ansiaba demasiado. Kagome con una sensualidad única le desabotonó los botones del elegante traje, él con sus hábiles manos dejó a Kagome solo en tanga, y el que no llevara sostén también le ayudó. El vestido que la cubría salió volando a algún lugar de la habitación. La chica le quitó todo de igual manera dejándolo en bóxer. Tragó saliva al ver ese pene bien marcado por debajo de la tela, ese pene que su boca conocía a la perfección.

Bankotsu tomó uno de los senos de la chica e introdujo el pezón en su boca, lo chupó, lo succionó y lo lamió haciéndola gemir. Piñizco ese rosado pezón duro. Masajeó con suavidad cada uno a detalle. Quería que ella saque todo lo guardado en su hermoso cuerpo. Quería verla llena de placer, de un placer que él quería darle—extrañaba tus gemidos—esa voz ronca cerca de su oído. Por un momento ella se quedó en shock, ¿acaso quería decir que él quería tenerla y poseerla desde hace tiempo? no era momento de pensar. El moreno descendió con excitantes besos en el ombligo de Kagome hasta llegar en medio de sus piernas, a ese exquisito manjar que desde hace tiempo en sueños se atormentaba por tener en su boca. Rosó su nariz asiendo que Kagome de un saltito de excitación seguido de un gemido Con sonrisa de victoria deslizó la ya mojada braga roja dejándola como Dios la trajo al mundo. Acomodó su cabeza y tomó sus muslos con firmeza sujetándola. No iba a dejar que cierre esas piernas. Se quedó mirando esa exquisita vagina que lo llamaba a gritos. Metió la lengua haciéndola retorcer de placer. Arriba a abajo, succionando, lamiendo, saboreándola, ella cogió la cabeza del moreno empujándolo más hacia su sexo mientras hacía círculos con la cadera.
Se mojó dos dedos con la saliva y se lo introdujo haciéndola gemir. Las manos de Kagome presionaban con fuerza las sábanas mientras soltaba fuertes gritos de placer—vente para mí, Kag—la observó desde su posición. Envolvió ese clítoris y lo chupó cuántas veces quiso. Kagome se arqueó y en un punto su respiración comenzó a volverse un poco más ruda—vamos, preciosa—sus palabras. Su excitante voz. Un maldito orgasmo que hizo convulsionar todo de ella. Una buena corrida en manos del moreno.

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