Capítulo 2

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Algunos piensan que mi negocio es estúpido, pero yo diría que lograr que algo que empezó como un hobbie llegue a pagar las cuentas y consiga llevarme a tener un piso para mí sola en mi tercer año en la NYU, es de hecho una indudable muestra de éxito.

No planeo vivir de lo que hago actualmente, pero por ahora en realidad lo disfruto, y como dije, paga mis cuentas estudiantiles.

¿Qué es lo que hago, te preguntarás?

Pues bien, soy diseñadora de prendas para mascotas.

¿Es eso algo real, te preguntarás de nuevo? Pues bien, vivo en la bella Nueva York, y casi todo existe acá.

Cacahuate, mi chihuahua bipolar que además oficia como modelo, está actualmente mordisqueando la solapa del traje que estoy tratando de probarle pues una mujer de Manhattan me hizo un pedido en 3 diferentes tonos de rosa para el cumpleaños de su Pinscher miniatura (¿te das cuenta de que hay cosas más locas que mi línea de negocio?), cuando el timbre de mi puerta suena y nos hace pegar a ambas un respingo.

- ¡Detente! – Le exclamo cuando empieza a gritar como una drama queen, pues Cacahuate cree que es una diva de los 50, no una chihuahua con un vestido a medio terminar.

Le quito el vestido antes que lo destroce y me dirijo a la mirilla.

Una parte de mí casi se cae de culo al ver a Gabriel Atlas en mi puerta solo 8 horas después de que me echó de su casa. Otra parte en realidad no está muy sorprendida. Y otra parte, mucho más pequeña, piensa: woow, no se afeitó. Se ve bastante delicioso con esa barba de un día.

Aplasto a mi parte atontada y le abro la puerta. Su mirada se encuentra con la mía, y no sé porque parece casi sorprendido de verme usando un pantalón de chándal y una camiseta de deporte, de la que llevo prendidos media docena de alfileres. Sé que no es ningún look de Milán, pero ya que fue él quien apareció de improviso en mi casa, no debería sorprenderse por lo que demonios esté usando.

Me hago a un lado para dejarlo pasar, y parece dudar cuando Chanel, mi puddle medio ciega, se para en medio del pasillo para batir la cola y mirarlo soñadoramente, porque está enamorada de cada maldito hombre en el estado.

- Es inofensiva – Le aclaro, solo en caso de que pueda temerle a un puddle esponjoso con una camiseta de la mujer maravilla – Solo adora a todos los hombres

Su mirada pasa curiosamente de mi perra hacia mí mientras entra a mi casa y se toma un par de segundos para examinar todo.

Aunque la familia de Nate y Gabriel es acomodada, una vez fuera de Harvard él hizo su propia fortuna y ahora vive en un ático con vistas a Central Park, así que es probable que mi piso de Brooklyn no sea mucha cosa a sus ojos. Sin embargo, con sus paredes pintadas de blanco y lila, los muebles vintage y la decoración cuidadosamente elegida en mercadillos y tiendas de segunda, este lugar no solo representa mi más grande éxito hasta el momento, sino que lo amo profundamente y a mis ojos es el sitio más bello del mundo, así que me trae sin cuidado lo que él piense.

- ¿Cuántos años tienes? – Es lo primero que me pregunta. Es una extraña línea de apertura, considerando que ni siquiera me ha saludado

- Cumplí 21 ayer – Decido responder mientras cierro la puerta a sus espaldas - ¿Quieres algo de beber antes que te pregunte qué rayos haces aquí?

- Estoy bien – Me responde, ignorando deliberadamente todo lo importante de mi pregunta. Está de pie en medio de mi sala, admirando mi único sofá junto a una mesa de centro que tiene un ramo de flores frescas que su hermano me envió ayer.

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora