La pantalla de mi computador se ha vuelto negra y veo mi cara reflejada en ella.
El pelo negro como la tinta me cae perfectamente liso a los costados del rostro, y entre los mechones veo un atisbo de los pendientes de cristal que llevo en las orejas. Veo algo del cuello de mi camisa de seda azul oscura sin mangas, que llevo metida entre unos anchos pantalones de lino blanco.
Me gusta el reflejo de mí misma que veo. Estoy orgullosa de haber vuelto a la oficina. Poco a poco he vuelto a usar mi ropa. Va a pasar un tiempo antes de que regrese a los ajustados vestidos de tubo, pero estoy bien. Hoy estoy bien.
Nix está sentada en el sillón de mi oficina, tecleando en su ordenador y dejándome tener mis tiempos. Sasha está sentada en la silla frente a mi escritorio. La miro, buscando una pizca de la fuerza que siempre parece emanar de ella. Me devuelve la mirada y asiente con convicción.
Tomo una honda bocanada de aire y, finalmente, marco su número.
La línea suena en espera durante 2 tonos hasta que descuelga. Se toma un par de segundos antes de hablarme, tal vez por incredulidad, o tal vez por sorpresa.
- Alexandra – Es su saludo. Esperaba que el impacto de su voz fuera más devastador, pero solo es Andrew Vanderbilt, el mismo payaso que ha sido siempre
- Tengo VIH, hijo de perra – Devuelvo como saludo. Hay un silencio anonadado al otro lado de la línea durante lo que se siente una eternidad
- ¿Discúlpame?
- Tengo VIH – Repito – Gracias a los jueguitos en los que me metiste para obtener tus fotos de mierda, me hicieron una tonelada de exámenes y, sorpresa, sorpresa, el de VIH vino positivo. Estoy obligada por ley a hacérselo saber a todas mis parejas sexuales recientes. Considérate notificado, imbécil. Adiós.
Y luego cuelgo.
Exhalo una honda bocanada de aire. Nix asiente con la cabeza, dándome fuerza. Le sonrío, diciéndole sin palabras que estoy bien.
Tal como ella supuso, mi teléfono vuelve a sonar un minuto más tarde.
- ¿Qué mierda quieres? – Es mi saludo. No tengo que actuar o fingir esa parte
- Cálmate, nena. Explícame un poco las cosas, ¿quieres?
- ¡¿Nena?! – Le grito de vuelta. Nuevamente, sale bastante natural - ¿Crees que somos amigos, hijo de puta? Diles a tus abogados lo que quieras, dile al mundo lo que quieras, pero sé lo que me hiciste. No fueron los idiotas que salen en esas fotos. Tú lo hiciste. Así que deseo sinceramente que estés contagiado de esta mierda y te mueras muy pronto
- ¡Espera, espera! – Me grita, cuando finjo que voy a colgar de nuevo – No te lo tomes a mal, pero ya que es obvio que estás bastante disgustada conmigo, ¿Cómo sé que no me mientes?
- No tenía ninguna intención de hablar contigo, cabrón. Te llamaron 2 veces del hospital, pero no te dignas a levantar tu puto teléfono. También estoy obligada por ley a hacerte llegar mis exámenes, así que los tienes en tu correo electrónico junto con una orden para que te examines y se lo hagas saber a todas tus putas
- ¿Tú estás bien? – Me pregunta, con todo descaro
- Estaría mejor si te pudiera clavar un picahielo en el cuello.
Y cuelgo de nuevo. Sasha asiente, aprobando apreciativamente mi línea despedida.
Nix teclea furiosamente en su ordenador durante dos segundos, y luego solo esperamos.
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Dos cartas de amor
ChickLitAlex siempre había soñado con una carta de amor, pero en realidad no la estaba esperando. Ciertamente, no la estaba esperando de él. La abrumadora química sexual con un Gabriel Atlas roto y despechado era algo para lo que no estaba preparada. No es...