Epílogo

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Alexandra Ellingson.

Sin siquiera despertarme, estiro la mano hacia el otro lado de mi cama. Separo los párpados a regañadientes al darme cuenta de que está vacío. Casi en ese mismo momento, mis manos palpan algo sólido.

Con un gruñido de sueño, enrosco mis dedos alrededor de la superficie en cuestión y la arrastro hacia mí. Achico los ojos para poder ver, porque creo que necesito anteojos y porque francamente Gabriel me dio como 47 orgasmos antes de que me quedara dormida y todavía necesito descansar un poco.

Mi corazón se derrite cuando me encuentro sosteniendo una caja de trufas.

La misma marca del Plaza. La misma caja blanca con ese lazo plateado. Suelto un chillido de alegría mientras escucho la puerta abrirse. Sasha gime.

- Vístete, asquerosa – Reniega mi amiga. Miro hacia abajo para descubrir que la manta que Gabriel me echó cuando caí dormida me está cubriendo en todo lo que cuenta, así que adivino que Sasha solo quiere molestarme

- Déjame en paz, gorda – Me burlo. Ella pone su mano sobre su panza de 6 meses de embarazo y se encoge de hombros. Luego hace una mueca de dolor

- Este condenado niño se niega a hacer algo cuando le hablo como una lora, y solo con oír tu voz empieza a patear como el jodido Cristiano Ronaldo – Se queja mi amiga mientras termina de entrar a la habitación.

Me quita la caja de trufas de la mano, la abre y se las empieza a comer como si tal cosa. Hago un mohín.

- ¡Oye! – Le reclamo

- Estoy embarazada. Respétame – Cacarea, como hace últimamente para quitarle a cualquiera cualquier maldita cosa que quiera. Suspiro - ¿Dónde está tu novio? La única razón por la que me aparezco en su habitación sin llamar es por la esperanza de encontrármelo desnudo

- Cuando quieras, amor – Escucho la voz de Gabriel desde la puerta.

Sasha suelta un chillido y va a abrazarlo. Él la sostiene cariñosamente mientras ella le estampa un beso de lleno en los labios, algo que se niega a dejar de hacer incluso contra las vehementes protestas mías, de Josh y del mismo Gabriel.

- ¿Por qué esa parece tan recién follada y tú estás vestido tan abogado? – Inquiere mi amiga, apuntando de manera despectiva hacia la cama en la que estoy ...para ser honestos, sí, bastante recién (y bien) follada

- Estaba recibiendo una donación del senado – Responde Gabriel con una sonrisa socarrona. Se saca un cheque del bolsillo y se lo tiende a Sasha.

Y ella se pone a gritar como una loca.

Pero se convierte en ruido de fondo cuando la mirada de Gabriel encuentra la mía. Sé que estoy despeinada y sin maquillaje, pero el modo en que me mira, como si fuera una obra de arte, me hace estremecer. 12 meses de amar a este hombre sin restricciones, y todavía me doy golpes de pecho por todo el tiempo perdido.

No me importa si algún día, hoy o en mil años, nos rompemos el corazón. Habrá valido la pena por este sentimiento.

- ¿El senador Gibert? – Exclama Sasha, permitiéndose recuperarse del impacto de la que debe ser la cifra en el cheque para pasar a leer el resto de su contenido. Gabriel se encoge de hombros

- Nos aprecia – Dice por toda respuesta, dándome una sonrisa socarrona.

Francamente, cuando hice toda la movida con el senador, solo quería que la historia acabara con justicia, no con él como un daño colateral.

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora