El sol entra a raudales por las vidrieras de la cocina cuando, a la mañana siguiente, escucho ladrar a Cacahuate. Me vuelvo para ver a Gabriel aparecer por las escaleras. Su pelo rubio oscuro está despeinado, su barba más crecida de lo que suele llevarla y está estregándose los ojos como un niño al que obligaron a salir de la cama antes de lo que quería. Va vestido únicamente con un pantalón de chándal negro, y ese pecho desnudo me distrae tanto que apenas me doy cuenta de la sonrisa que se dibuja en su rostro cuando me ve de pie en medio de su cocina, con mi pelo recogido en un moño y usando la camiseta negra que él llevaba anoche.
- Buenos días – Sonrío ampliamente y le indico con un gesto la barra de desayuno, en la que ya tengo preparados una torre de pancakes, jugo de naranja y un bowl de relucientes fresas
- ¿Hace cuánto estás despierta? – Toma una fresa al pasar por la barra y la deja caer en su boca, pero sigue de largo para llegar hasta mí.
Me vuelvo hacia la estufa para darle vuelta al pancake que sigue en la sartén. Sonrío cuando lo siento a mis espaldas, y luego sus brazos rodean mi cintura mientras deja un suave beso en mi cuello.
- Me desperté hace como una hora porque Cacahuate quería salir, y tú irradias calor como un horno – Le respondo, echando mi cabeza hacia atrás para dejar que sus besos se entretengan en mi cuello
- Te ves muy sexy en mi camisa – Susurra sobre mi oído, mientras una de sus manos se desliza por mi muslo, llevándose consigo la tela de su camisa. Llevo puestas mis bragas, y él engancha un dedo sugestivamente en el elástico
- Quieto – Le digo con una risita – Te hice un tremendo desayuno, y me voy a sentir personalmente agraviada si no te lo comes
- ¿Y si quiero comer algo mejor? – Su voz es suave y cálida contra mi oído mientras su dedo se desliza hacia la parte delantera de mis bragas, y luego se sumerge debajo de ellas.
Siento su sonrisa contra mi piel cuando me encuentra húmeda y lista, porque a mi avidez por él le importa un pimiento el desayuno y solo quiere más de Gabriel.
Estira una mano por delante de mí para apagar el fogón y luego me dobla sobre el mesón de la cocina y me da exactamente lo que sabe que quiero.
Pasa algún tiempo antes de que nos sentemos en la barra de desayuno a comer pancakes fríos. Aún están buenos y ambos estamos muertos de hambre, así que damos buena cuenta de ellos mientras Cacahuate hace su acto lastimero para conseguir sobras. Funciona con Gabriel a pesar de mis advertencias de que no le dé nada.
- Eres un debilucho – Rezongo. Él deja caer un trocito de pancake en el hocico de Cacahuate y se encoge de hombros
- Soy un idiota cuando las chicas lindas me miran así. Tú deberías saberlo – Me responde con un guiño, mientras lleva el vaso de jugo a sus labios
- Siendo así, ¿te dejarías convencer de ir un rato a la playa? – Le propongo con una sonrisa de oreja a oreja, porque realmente me encanta el mar
- Es posible que el agua esté bastante fría por esta época – Me advierte, porque el otoño ya está bastante entrado y aunque es una mañana soleada, puede que no sea suficiente para un chapuzón - ¿Qué te parece si nos quedamos en la piscina en su lugar? Puedo poner el agua tan tibia como quieras. Prometo que te gustará
Me bajo de mi banco en la barra y me acerco al suyo. Le rodeo el cuello con los brazos y dejo un suave beso en sus labios.
- Estoy segura de que me va a gustar, si tú estás ahí
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Dos cartas de amor
ChickLitAlex siempre había soñado con una carta de amor, pero en realidad no la estaba esperando. Ciertamente, no la estaba esperando de él. La abrumadora química sexual con un Gabriel Atlas roto y despechado era algo para lo que no estaba preparada. No es...