No sé si todo se queda en silencio debido al giro dramático, o si mis sentidos realmente están tan embotados que todo lo que escucho es el rugido de mi sangre en mis oídos.
Empiezo a dar un paso hacia atrás, porque si yo fuera ella, me mataría. En cambio, los ojos de Meredith, enormes y del color del oro, me examinan de pies a cabeza. Veo exactamente el momento en el que toma nota de mis piernas desnudas, mi cabello mojado y la sudadera de su esposo cubriendo mi cuerpo.
Luego su mirada vuelve a mi rostro.
Y después rompe en llanto.
No son silenciosas lágrimas de dignidad. Es el llanto más absolutamente desgarrador. Es el llanto de un niño despojado de su madre, de un animal herido. Cae al suelo como si sus piernas no tuvieran suficiente fuerza para sostenerla, y solo se dobla sobre sí misma para llorar.
Esta no es la mujer que entrevisté hace una semana. No hay nada de la dignidad déspota con la que me trató. Está arrodillada frente a mí, llorando de la manera más descarnada, y no le importa. Mi mano vuela hacia mi boca mientras trato de asimilar la escena, pero no sé qué demonios debería hacer.
- ¡Alex! – Escucho gritar a Gabriel mientras corre por el pasillo hacia la puerta - ¿Estás bien, qué...?
Frena en seco cuando el frágil cuerpo de Meredith entra en su campo de visión. No sé qué pensar del hecho de que ponga sus manos en mis hombros y me examine rápidamente, comprobando que estoy bien y que el llanto no provenía de mí, antes de inclinarse y levantarla del suelo.
La fuerza que parecía haber abandonado el cuerpo de ella hace acto de presencia cuando se aferra al cuello de Gabriel, como un náufrago tocando tierra firme por primera vez. Él la levanta en sus brazos y la estrecha tan fuerte que creo que está lastimándola. Me doy cuenta de que ella no solo está llorando. Su respiración sale en jadeos desiguales, y una capa de sudor está cubriendo su piel de porcelana. La veo hundir el rostro en el cuello de Gabriel, y aunque un sollozo se le escapa de tanto en tanto, pasa un rato largo antes de que él la suelte.
Yo sigo exactamente en la misma posición, de pie junto a la puerta, absolutamente segura de que debería irme, pero demasiado conmocionada para moverme.
- Mer – Dice Gabriel cuando los sollozos de Meredith se han convertido en hipidos. Él se arriesga a dar un paso atrás, aunque sus manos siguen protectoramente en los hombros de ella - ¿Estás bien?
Ella asiente lentamente, así que finalmente él se aparta y la deja libre. Meredith se lleva las manos a los ojos para limpiar sus lágrimas, pero el rímel corrido dejó líneas negras en sus mejillas y no supone mucha mejora. Su mirada pasa más allá del hombro de Gabriel y me mira.
Lleva la mano a su cartera y extrae el celular, todo sin perderme de vista. Luego avanza hacia mí y me extiende el teléfono.
- Me enviaron esto hace media hora. Puede que te interese, porque está copiado a todo el mundo en el lugar en el que trabajas
No puedo creer que esté hablándome, o que su voz suene firme aunque su rostro es una máscara de tristeza. Le recibo el teléfono, y el temblor en mi mano solo me hace sentir peor, porque yo soy la adúltera aquí, y la única persona que debería estar temblando es ella.
Primero, me doy cuenta de que tiene razón. Me encuentro mirando en la pantalla de su celular un correo electrónico que está enviado sobre una comunicación institucional de OnTime, así que les llegó a todos y cada uno de mis compañeros y superiores. Lo primero que veo en el cuerpo del mensaje es una foto de Gabriel y yo unas horas atrás, besándonos junto a su coche. El logo de On Time aparece en las puertas de cristal del edifico detrás de nosotros casi como una mala broma.
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Dos cartas de amor
ChickLitAlex siempre había soñado con una carta de amor, pero en realidad no la estaba esperando. Ciertamente, no la estaba esperando de él. La abrumadora química sexual con un Gabriel Atlas roto y despechado era algo para lo que no estaba preparada. No es...