Capítulo 8

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El enorme jardín trasero de los Atlas está convertido en el salón de eventos más bonito de la ciudad, como todos los años.

Un toldo blanco gigante cubre el par de docenas de mesas cubiertas con mantelería beige y dorada. Las sillas están decoradas con largos moños de cintas ribeteadas en oro que cuelgan casi hasta el suelo, y los centros de mesa son la más bella combinación de flores otoñales en modernos jarrones de cristal.

El espacio está caldeado por estilizados calentadores listos para ser encendidos si la temperatura baja, aunque la tarde de domingo es hermosa para una reunión.

Un mesero me recibe en la entrada con una copa de champagne, la que tomo gustosa mientras me adentro en la reunión.

Aunque he formado parte de la vida de Nate por el tiempo suficiente para que estas cosas sean cotidianas para mí, siempre me pone un poco nerviosa asistir a los eventos de sociedad de la familia Atlas.

Dejo mi regalo cuidadosamente envuelto en la creciente pila de obsequios. A pesar de ser una estirada sin remedio, la señora Atlas tiene una veta sentimental y adora las artesanías, así que le hice una colcha de retazos que me llevó una eternidad, pero que estoy segura de que le gustará, pues usé retazos coloridos de telas de buena calidad, y no quiero ser engreída, pero el resultado final fue precioso. En silencio le mando un agradecimiento a mi madre por enseñarme a coser, porque también me hice el vestido que llevo puesto esta tarde, el cual tampoco está nada mal.

Sonrío cuando diviso a Nate junto a la mesa de canapés y empiezo a caminar hacia él, pero mi sonrisa se borra cuando Gabriel me intercepta en medio del camino. Mi corazón da un salto errático porque ni siquiera lo había notado entre los invitados, pero de repente está justo a mi lado. Aunque sabía que lo vería, contaba con que tendría más tiempo para levantar mis defensas, así que él apareciendo como un fantasma a mi lado más o menos me deja en out side.

Apenas me mira antes de inclinarse para saludarme con un beso en la mejilla, y la frialdad en sus movimientos me deja tan confundida que ni siquiera le respondo.

- ¿Qué haces aquí? – Es su saludo. Enarco una ceja hacia él

- Vine a la fiesta de tu madre, como cada año hace 10 años – Respondo con el tono más neutro que puedo encontrar

- No puedes estar aquí – Murmura

- ¿Por qué?

No tiene que responder a eso porque ella camina hacia nosotros casi como si hubiera estado escuchando y quisiera hacer su entrada en el momento indicado.

Meredith Heatherton es, fácilmente, la mujer más guapa en la reunión. Se detiene junto a Gabe y me dedica la más cálida de las sonrisas mientras apoya su mano en el brazo de él con toda la clase del mundo. Gabriel me lanza una mirada mitad contrariada, mitad suplicante, e inmediatamente entiendo lo que está pasando.

Dibujo mi sonrisa más radiante y vuelvo la vista hacia esa mujer despampanante que, vestida con un traje rojo de cuello alto y unos tacones kilométricamente altos, presenta la estampa más radiante junto al hombre con el que dormí una semana atrás. Los anillos de boda están firmemente plantados en las manos de ambos y, viéndolos allí, parecen el matrimonio más feliz de la reunión.

- Hola, Alex – Me sonríe ella

- ¿Cómo estás, Meredith? – Saludo cortésmente, y mi sonrisa de socialité es tan correcta como la suya

- Muy bien. Dios, tu vestido es estupendo – Me halaga. Me contoneo un poco y ella se ríe – ¿Es el avance de alguna colección de invierno? Porque me odio si lo dejé pasar

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora