Capítulo 9

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Me llevan fuera del consultorio y me dan una infusión mientras me calmo. Cuando por fin he dejado de llorar, me hacen firmar una serie de documentos, cancelar la factura y luego me devuelven su camiseta, su manta y su conejo.

Por supuesto, eso me hace estallar en llanto de nuevo, y esta vez pasa mucho tiempo hasta que me calme, pero eventualmente lo hago.

Mis ojos están tan hinchados que apenas puedo mantenerlos abiertos y sé que no voy a poder conducir. Normalmente soy autosuficiente y no suelo pedir ayuda, pero es más bien una cuestión de seguridad que saque mi teléfono y llame a Nate, porque este día ha estado tan lleno de emociones encontradas que no estoy segura de que pueda responder por mí.

- ¿Alex? – Pregunta extrañado. Me alejo el aparato del oído para ver la hora y me doy cuenta de que son casi las dos de la mañana. Dejé su casa hace más de 4 horas, así que supongo que recibir mi llamada a esta hora está en algún punto entre extraño y alarmante

- Nate – Susurro únicamente

- ¿Alex, qué pasa?

- ¿Puedes recogerme, por favor? – Le pido en un susurro, y mi voz se rompe con un sollozo en mitad de la oración

- ¿Estás bien?, ¿qué pasa? – Exclama. Suena totalmente alerta, así que supongo que la fiesta no ha terminado y él no está dormido aún

- Chanel... - Es lo único que soy capaz de decir – Estoy en su veterinaria, ¿puedes venir?

- No te muevas – Asegura.

No pensaba moverme de todos modos.

No tengo idea de cómo hizo para llegar tan pronto, si se saltó todos los límites de velocidad o si tal vez ya no estaba en casa de sus padres, pero media hora más tarde, Nate entra a la sala de espera de la clínica veterinaria. Su mirada es casi histérica hasta que me encuentra sentada en un rincón y viene directo hacia mí.

Salgo rápidamente de la silla en la que estuve hasta este momento y me lanzo a sus brazos. Nate me envuelve firmemente contra su pecho, y no pregunta nada mientras saco lo último de mi llanto.

- Estaba muy enferma – Le explico – No podía dejar que sufriera, Nate. No podía dejar... - Mi voz se apaga con un sollozo, y aunque realmente no expliqué nada, me doy cuenta de que él entiende.

Pasó tanto tiempo en mi casa a lo largo de los años que Chanel era casi suya también. Veo sus ojos llenarse de lágrimas, pero vuelve a abrazarme para impedir que las vea. Saber que me entiende, y que no va a decirme que estoy loca por reaccionar así por un perro es todo lo que necesito.

- Vamos a casa, cariño – Susurra contra mi cabello

- De acuerdo – Asiento

Tomo mi cartera y la bolsa con las pertenencias de Chanel. Me despido del doctor con un gesto de mi mano y muevo mis labios dibujando un mudo "gracias". Él solamente asiente y me devuelve el gesto, mientras Nate rodea mi cintura con el brazo y empieza a llevarme hacia la puerta.

- Perdóname – Me dice cuando salimos a la calle. Le lanzo una mirada confusa

- ¿Por qué?

- Había bebido demasiado para conducir y los choferes estaban ocupados llevando a los últimos invitados a sus casas. Un taxi iba a tardar mucho y solo quería llegar hasta aquí. Lo siento – Repite. Quiero preguntarle de qué demonios habla, hasta que veo que el auto estacionado en la calzada no es el Jeep de Nate sino un estilizado Lexus negro.

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora