Capítulo 27

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Había varias cosas típicas de la élite neoyorkina que había hecho en mi vida, así que no podía criticar mucho. Había estudiado derecho en Harvard, para empezar, lo que ponía una marca de esnobismo con tinta roja en mi frente. Tenía la consabida propiedad en Los Hamptons y por muchos años había vivido en la Quinta Avenida y usado un servicio de coches privados de alto nivel para transportarme. Me vestía con trajes de buen corte, la mayoría de ellos de una marca en particular que no eran exactamente para todo el mundo y mi hijo estudiaba en un colegio cuyo uniforme incluía un blazer con un escudo de armas sobre su pecho.

En muchos sentidos, yo era un cliché.

En muchos sentidos, yo era exactamente igual que toda esta gente que sonreía y sostenía copas de champagne en la boda de Sasha y Josh, así que no tenía mucha lógica lo incómodo que me sentía.

En mi defensa, había sido criado para hacer todas esas cosas. Mi familia me había puesto un listón alto y yo no había tenido problema en alcanzarlo. Sin embargo, a mis 38 años, llevaba con orgullo mi legado de Harvard, hace años había salido de la Quinta Avenida y sus pretensiones, llevaba los trajes porque me gustaban y no por lo que costaban, conducía yo mismo y sí, la educación de mi hijo me importaba.

Me convertí en un hombre con una buena posición económica, solo que a diferencia de un par de años atrás, usaba mi dinero en lo que me hacía feliz y no en lo que se esperaba de mí. Por eso, mientras estaba de pie en el salón principal del Plaza hermosamente decorado para la ocasión, por un momento tuve la sensación de que me ahogaba.

- ¿Estás bien? – Me pregunta Adeline, levantando la mirada hacia mí.

Dejo escapar un suspiro mientras la miro.

Su presencia es tan imponente que con frecuencia me olvido de que, a pesar de ser una mujer alta, aun es un poco más baja que yo. Parpadea hacia mí con esos enormes ojos del color del whiskey y me doy cuenta de todo lo que no está diciendo. Lo mucho que la emocionan las bodas, lo romántica que es debajo de todas sus capas de dureza y cuanto la ilusiona la idea de ser ella quién un día esté en el lugar que Sasha ocupa hoy. Sé también cuánto ha sido lastimada por los hombres, así que el hecho de que enrolle su brazo en el mío y me sonría con curiosidad me hace sentir orgulloso de tener su confianza.

- Estaba pensando en todo esto – Respondo, abracando el escenario con un gesto de mi mano – Fuimos criados para hacer una gran cosa de todo, y con frecuencia toda esa ostentación hace que nos perdamos lo importante

- No tú – Observa con absoluta seguridad. Le devuelvo la sonrisa

- Oh, sí, Incluso yo. Sobre todo yo. He hecho muchas cosas estúpidas por mantener las apariencias

- Eres un buen tipo, Gabriel. No te castigues por tu pasado – Dice ella con un encogimiento de hombros, como si no fuera la reina de castigarse por su pasado

- Me casé aquí, ¿sabes? – Le digo mientras caminamos al interior del salón. No dice nada del cambio de tema, porque pese a que sabemos todo uno del otro, rara vez volvemos sobre los temas que nos duelen, incluso aunque los míos parezcan insulsos comparados con los de ella.

Llegamos temprano, en parte porque Adeline es como un militar nazi con las agendas y no quería hacerla rabiar, y en parte porque sabía que quería su tiempo para mirar embelesada el lugar y la decoración exactamente como lo está haciendo.

- ¿De verdad? – Me pregunta, dejando de examinar un exquisito centro de mesa de rosas rojas y volviéndose hacia mí con expresión curiosa

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora