Capítulo 29

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Entro a mi casa a la mañana siguiente luego de mi carrera diaria por Central Park sintiéndome más agotado de lo que estaba al salir. Normalmente correr me revitaliza y por lo general termino la carrera con un rato en el gimnasio solo para exigirle a mis músculos un poco más.

Pero he dormido poco y esta mañana el deporte no hace nada por mí.

Me arrastro hacia la cocina y mi mal humor se disuelve en una carcajada cuando me encuentro a Nate sentado en un banco y con la cabeza apoyada en la barra de desayuno como si mantenerse erguido fuera demasiado para él. Magnus, que fue sin duda quien lo sacó de la cama sin ningún propósito, se encuentra caminando ociosamente en la barra frente a él.

- ¿Cuándo vamos a deshacernos de este jodido gato? – Gruñe mi hermano. Tomo al gato de su lado y lo acuno contra mi pecho, pero como estoy sudado y asqueroso, por supuesto solo se revuelve hasta que lo suelto y vuelve junto a Nate

- Me desharía de ti antes que del gato – Le aseguro - ¿Quieres desayunar?

- ¿Tortitas? – Pregunta, tan contento con la idea que incluso levanta la cabeza y sonríe

- Seguro – Asiento.

Salgo de mi chaqueta de deporte sudada y tomo una botella de agua de la nevera. Nate deja caer su cabeza de nuevo sobre la barra y Magnus decide que es buena idea empezar a jugar con su pelo. Me recargo en la encimera mientras bebo mi agua, y decidiendo que estoy bastante hambriento yo mismo, decido empezar a trabajar en las tortitas.

- ¿Qué demonios bebieron anoche para terminar así? – Le pregunto a Nate mientras busco mi sartén antiadherente preferida y la pongo en el fuego

- Jaggermeister, mayormente, aunque también un poco de...Espera, ¿bebimos?, ¿Quiénes?

Abro la boca para responder, pero casi como una invocación, ella aparece por el pasillo arrastrando los pies.

La boca de Nate literalmente cae abierta cuando la ve en una de sus camisetas. Se nota que acaba de salpicarse la cara con agua y domó su cabello en una trenza que lleva fijada con un gancho de pelo de los que sostenían su elegante recogido de anoche. No es lo bastante alta para que la camiseta de Nate deje a la vista cualquier cosa que no debiera, pero de todos modos tira nerviosamente de ella sobre sus piernas mientras pasa una mirada ansiosa de mi hermano hacia mí.

Nate me devuelve una mirada significativa, preguntándome claramente como se me pudo haber escapado contarle ese detalle. Me encojo ligeramente de hombros y apunto cortésmente hacia el banco junto a Nate.

- Siéntate. Estaba a punto de hacer el desayuno

Ella abre la boca indudablemente para replicar, pero parece tan carente de fuerza como Nate, porque finalmente decide arrastrarse al banco junto a él. Ambos están más bien pálidos, ojerosos y sus ojos son pequeños y rojizos. Son la definición gráfica de la resaca, y me reiría un poco si todo no fuera tan absolutamente surreal.

- ¿Qué demonios haces aquí? – Le pregunta él, aun mirándola como si fuera un alien

- Larga historia – Gruñe ella, y apoya la cabeza en la barra junto a la de él

- ¿Gabriel? – Pregunta él, como si exigiera mi versión de la historia. Hay un montón de preguntas encerradas únicamente en mi nombre, así que le respondo con un encogimiento de hombros y le cuento solo las partes que necesita saber

- Apareció borracha anoche un rato después de que llegué. Estaba furiosa, me golpeó un poco y luego vomitó. Después de eso se dejó caer en el piso y solo dijo que me odiaba mientras la sacaba de su vestido y la metía en la cama de Matt

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora