Capítulo 37

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Bajo la ventanilla de mi auto para deleitarme con la absoluta belleza de Los Hamptons en los primeros días de verano. Los paseos comerciales vibran de color y turistas bien vestidos abarrotan las aceras comiendo conos de helado y empujando cochecitos caros. Es la burguesía en su máxima expresión, pero el agua cristalina chocando con ese cielo moteado de nubes como algodón y las mansiones blancas del siglo pasado recortándose contra ese escenario de ensueño tienen una magia irresistible.

Nate sube el volumen de la radio y estamos cantando a todo pulmón el último éxito de los Jonas Brothers cuando pasamos el portón de hierro forjado de la casa en la playa de sus padres. Hay una alarmante cantidad de vehículos estacionados afuera, y freno en seco derrapando sobre la gravilla cuando descubro a Meredith de pie en medio de la plaza de estacionamiento hacia la que me dirigía.

No son ni las 11 de la mañana y esta mujer ya se ve como una supermodelo en un vaporoso vestido blanco, el pelo recogido en un moño y unas plataformas atadas a sus tobillos con un lazo rojo.

- Qué hay, Mer – La saluda Nate sacando la mano por su ventanilla. Ella le da un sorbo a una botella de agua Voss y entrecierra los ojos hacia él

- Mierda, estaba segura de que eras tu hermano y no tú – Es lo que le dice ella mientras sube las gafas de sol sobre su cabeza

- ¿Por qué iba a ser mi hermano? – Pregunta Nate. Ella me da una mirada significativa, pero evita dar una respuesta

- Solo vi a un rubio y creí que era él, ¿dónde está, si se puede saber?

- Trabajando, por variar – Responde Nate con un encogimiento de hombros

- ¿No va a venir? – Escucho la pregunta dejar mi boca antes de que mi cerebro tome nota de que tengo a Meredith en frente, observándome como un animal bajo una lupa

- Dijo que llegaría más tarde – Contesta Nate

- Bueno, si hablas con él dile que me levante el jodido teléfono alguna vez. Necesito que compre algunas cosas

- ¿Quieres que te ayude? – Ofrece Nate

- ¿Cómo está tu conocimiento acerca de vinos y whiskey de malta? – Ofrece ella con una elevación de ceja magistral. Nate se ríe entre dientes

- Le diré a Gabriel que te llame en cuanto hable con él – Es todo lo que le dice en respuesta

- Fabuloso. Acomódense, disfruten del sol. Bienvenida, Alex – Me dice sin sonreír. Le lanza un beso a Nate y luego desaparece tras la puerta.

Termino de estacionar en silencio mientras Nate me mira con una expresión curiosa.

- Nunca me preguntas por Gabriel – Observa

- Es un poco la costumbre de los pasados 3 años – Suspiro – Juré que no iba a preguntarte jamás por él, porque no me importa

- Bueno, sonaste como un perrito golpeado cuando creíste que no iba a venir – Observa mi amigo. Le lanzo una mirada ceñuda

- Cállate

- Él me pregunta por ti – Me dice obstinadamente mientras se cruza de brazos como un niño.

Este idiota me está picando, tirándome un anzuelo que sabe que me estoy retorciendo por morder. Aprieto los dientes mientras estaciono el auto más recto que si lo hubiese medido con una escuadra, y luego pierdo un poco de tiempo antes de retirar la llave del contacto y volverme para darle a este jodido niño lo que quiere.

Dos cartas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora