Alexandra Ellingson
Con un gruñido, Cacahuate se acomoda en mi regazo cuando me acurruco en mis sábanas. Luego de un coctel molotov de whiskey y pastillas para dormir, tengo que parpadear un par de veces para adaptarme a la luz del sol. Inicialmente, creo que no he dormido nada, pues cuando me fui a la cama era aún de día. Luego, miro de reojo mi celular y me doy cuenta de que el sol está afuera porque he estado dormida por cerca de 20 horas.
Considerando que es la primera vez que duermo en dos días, parece justo.
Mi cuerpo está agarrotado y tenso, y a pesar de la cantidad de horas de sueño, de alguna manera todavía me siento cansada. Me toma un rato darme cuenta de que la razón por la que me desperté de mi coma inducido por pastillas es debido a la discusión a gritos que se lleva a cabo a unos metros de mi puerta.
- ¡Tenemos que hacer algo! – Escucho exclamar a Sasha
- ¿Algo como qué? – Le responde Nate, y su tono es tan vencido que disipa las telarañas de mi sueño – Solo baja la voz y cálmate, Sasha. Esto no es algo que nuestros apellidos van a arreglar para ella
- Ah, de acuerdo, Nathaniel. Gracias por decírmelo. Todo bien entonces. Dejamos las cosas así, y que siga tomando pastillas para dormir el resto de su vida y se quede mirando una pared de su habitación en el instante en el que la dejamos sola
- ¿Y qué mierda propones, Sasha? – Exclama él en respuesta. Aunque nos conocemos desde los 13 años, creo que esta es la primera vez que lo oigo levantarle la voz - ¿Cómo la ayudamos de una manera que no haga las cosas peores para ella?, ¿Qué hacemos para que no tenga que exponerse y volver a la mira de gente con más poder que nosotros?
- ¡Soy Sasha Donovan, mierda! – Grita ella - ¡Ser quien soy me lo ha hecho difícil en muchos momentos, pero puede hacer fácil esto! Puede que no sea tan rica como Vanderbilt, pero soy alguien. Tengo poder, tengo un nombre. Una serpiente como esa siempre deja un rastro viscoso y no me voy a sentar aquí y dejar que se salga con la suya
- ¿Crees que la venganza es lo que va a ayudarla?, ¡Lo que necesita es alguien que la apoye, que la entienda!, ¿y sabes por qué estamos fallando tan épicamente en eso? ...¡Porque no tenemos idea de lo que está sintiendo!, ¡Nadie lo sabe!
Pero hay alguien que lo sabe.
Muevo gentilmente a Cacahuate y salgo de mi habitación mientras ellos siguen discutiendo. Me doy cuenta de que sus voces provienen de la sala. Ninguno de los dos advierte mi presencia, pero en cuanto aparezco en el pasillo veo a Josh ponerse de pie y venir hacia mí. Se detiene a mi lado y me da una sonrisa titubeante.
- Lo siento, no logro hacer que se callen – Me dice en voz baja, como si nosotros tuviéramos que escondernos de la discusión
- ¿Hace mucho están así? – Indago también en un susurro
- Van y vienen – Responde él de manera críptica, lo que quiere decir que sí, llevan horas discutiendo sin sentido
- Debería ir y... - Empiezo a decir, pero él me interrumpe
- No. Sabes que están discutiendo porque te quieren, y están tratando de hacer lo mejor para ti. Pero no es tu deber hacerlos sentir bien. En este momento tienes que preocuparte por ti y por hacer lo que creas que quieres – Se estira para tomar mis manos, pero me abrazo a mí misma rápidamente, porque el contacto me hace sentir extraña. Josh no presiona, sino que simplemente me mira a los ojos - ¿Qué quieres?
Abro la boca y la cierro rápidamente, porque nadie me ha preguntado eso.
Sasha y Nate se han atrincherado en mi casa desde que me enteré de lo que pasó. Aunque mi cuerpo está sano y recuperado de la droga, sigo sintiéndome violada. Sucia. Siento que esos hombres me tocaron, me usaron, me convirtieron en un medio para un fin y no les importó la secuela. Siento que mi boca, mis senos, mis manos, ya no son mías. Siento que cualquiera me puede ver en esas fotos vulgares y asquerosas, y nunca voy a tener privacidad ni a confiar en nadie otra vez. No recuerdo nada, pero esas fotografías se quedaron en el interior de mis párpados y me siento vulnerable y débil, como si cualquier toque fuese un fantasma de esos toques sucios que no recuerdo. De esas manos grotescas que me quitaron la ropa y me tocaron cuando no era dueña de mí, aunque sé que no lo quería. Siento que mi cuerpo es un objeto que está expuesto en algún lugar, aguardando como un arma cargada para herir a todo el mundo. Siento que mi intimidad no es mía, y nunca lo va a ser otra vez. Siento que nunca voy a estar segura de salir a tomarme algo cuando el fondo del vaso puede estar lleno de una droga que me rompa la vida. Mi erotismo y mi sensualidad se han convertido en algo sucio, y nunca voy a sentirme segura otra vez.
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Dos cartas de amor
ChickLitAlex siempre había soñado con una carta de amor, pero en realidad no la estaba esperando. Ciertamente, no la estaba esperando de él. La abrumadora química sexual con un Gabriel Atlas roto y despechado era algo para lo que no estaba preparada. No es...