Callejón Diagon

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Narcissa puso su mano en el hombro de Draco para aparecerse en el Callejón Diagon.

Ambos recorrieron con la mirada la deplorable vista. El gris cielo londinense no ayudaba al ambiente.

—Apúrate Draco, vamos por tus libros— entraron a Flourish y Blotts, el viejo Flourish se acercó con expresión asustadiza.

—Señora Malfoy, un placer verla... A u—usted también Señor Malfoy— Draco lo miro fríamente, con cierta soberbia. Le gustaba el respeto de los demás. Años atrás lo llamaban "joven Malfoy" pero ahora era tratado como señor.—¿Viene a comprar los libros para Hogwarts?— Narcissa asintió.

—Dos juegos completos— Flourish no pregunto. Solo se retiró a buscar los libros. Draco se movió a la parte de novelas, empezó a tomar unas cuantas y dejarlas en el mostrador, hasta tener unos diez libros. Narcissa lo miro con curiosidad.

—A Alexandria le gusta leer— explicó, sacudiéndose el traje negro.

—Compremos algunos mas entonces ¿Le gusta las de romance?— Draco hizo una mueca.

—Nose lo que lee, solo sé que lee— Narcissa tomo algunos otros libros de la zona para mujeres.

—Aquí están todos los libros de Hogwarts, Señora Malfoy— observó admirado todos los libros, pero no dijo nada. Anudo los dos juegos de libros de colegio. Sacó una caja del tamaño de una de zapatos y con un hechizo extensible guardo sencillamente todos los libros. Narcissa dejo despreocupadamente el montoncito de galeons sobre el mostrador y tomo los libros, marchándose sin despedirse.

Draco miró las tiendas vacías, la heladería y Ollivander estaban abandonadas.

—¿Ellos...?

—¿Cuáles crees que son las tareas de tu novia, Draco?— la voz de Narcissa era fría.

—No es mi novia y tengo muy en claro lo desalmada que es— la rubia asintió— ¿fue ella quien los mato?— murmuró.

—A Fortescue si, Ollivander sigue vivo... no sé exactamente por qué. Es ella quien recibe las ordenes, cuando alguien es relevante lo deja para que el señor tenebroso decida. Alexandria es quien se deshace de la gran mayoría de impuros.

Draco asintió, daba igual. Solo eran impuros y traidores. ¿Qué tendría que importarle si era asesina o no? Para él, Alexandria solo era la bonita mujer que estaba arriesgando el pellejo por salvarlo.

Entraron a la casa de túnicas de Madame Malkin, quien los recibió alegremente.

—Señora Malfoy, tan hermosa y elegante como siempre, oh Draco querido, espero no te moleste que te llame por tu nombre, ya eres todo un hombre— Draco rodó los ojos con molestia.

—Túnicas escolares, dos para Draco, una de gala y dos túnicas escolares para mujer.

—¿Piensa volver a Hogwarts, Narcissa? Con esa piel tan tersa apuesto a que nadie se daría cuenta— Malkin era excesivamente cotilla, trajo algunas túnicas.

—Podemos llevarlas y medirlas en casa— reprochó, cuando la mujer hizo amago de probárselas.

—Draco, tienes que probarte tus túnicas, luego iremos a comprar unas cosas que necesito.

—Podrías ir mientras compro mis túnicas— planteó, subiéndose con desgana y dejando que la mujer le pusiera la túnica. Le quedaba bien de largo pero algo grande de mangas.

—No voy a marcharme Draco— parecía molesta.

—No soy un niño, en caso de que no lo hayas notado, madre. Soy perfectamente capaz de hacer mis compras solo— estaba harto de comportarse como si la medida de su túnica fuera la mayor preocupación.

Amor en tiempos de mortífagos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora