Deshazte de Dumbledore

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Pasaron dos semanas de absoluto aburrimiento antes de que volviera a ver a Alexandria.

El día había empezado con un hueco de molestia al despertarse sin el curvilíneo cuerpo en su cama. Se había bañado y cambiado ya sabiendo que no habría ninguna rubia con sonrisa felina esperándolo para espiarlo desnudo. Visto desde afuera y a la lejanía, la situación era absurda.

Se peino el cabello platinado que había heredado de sus padres. Antes de ver a su padre en prisión y a su madre deprimida, habrían dicho que, al menos exteriormente, eran la familia perfecta. Atractivos, ricos, poderosos... ¿Qué quedaba ahora de todo aquello?

Se puso el traje y desayuno en el escritorio que había junto a la ventana. Antes sus padres y el desayunaban, almorzaban y cenaban juntos. A pesar de que las comidas solían pasar sin mayores conversaciones, era un momento que Narcissa se esforzaba por mantener, a su parecer, esos minutos ayudaban a afianzar la relación padre—hijo. Claro que ahora con su padre en Azkaban, no había ninguna relación que afianzar.

Las comidas en su casa se habían vuelto juntas de mortífagos, y no sentía ninguna tentación por escuchar, al menos mientras ingería sus alimentos, sobre muertes y torturas.

Pero hoy, Narcissa le había dicho, debía asistir a la reunión.

Eso era malo.

Trago grueso al ver al propio Innombrable sentado en la cabecera de la mesa, pero no había nadie más. Sus manos le temblaban.

—Siéntate Draco— Sentía ganas de vomitar, miedo. Profundo y arrasador miedo. –Estimo que sabrás que todos mis subordinados cumplen una primera misión que determina si son lo suficientemente buenos para estar en mis filas o no— Draco sabía que nada bueno podía esconderse detrás de ese tono fría y siseantemente amable. —¡Responde!— el gritó le heló la sangre.

—S...Si, mi señor— titubeó muy por lo bajo.

—Pues, he decidido tu misión. Algo perfecto para ti, debido la ubicación en la que te encontraras en los próximos meses... algo inaccesible para los demás— asintió, como si realmente estuviera de acuerdo con eso— Creo que habrás notado la inmundicia que hay en Hogwarts, impuros y mestizos mezclados con los descendientes de los nuestros.

—Si, mi señor— repitió antes de volver a terminar con la escasa paciencia de su Lord.

—Bien, y dime Draco, ¿Quién crees que es el culpable de que esa escoria sea permitida en el colegio?— Nagini se deslizo a su lado, siendo acariciada por Él.

—¿Dumbledore?— susurró.

—¿Ves que no era tan difícil?— Draco supo que su señor no lo trataría con amabilidad en el momento en que una mueca en forma de cruel sonrisa apareció en su cara— Tu eres el más joven y por eso debes ocuparte de los más jóvenes, los próximos defensores de la causa. Para eso debes evitar que llenen sus cabezas con atrocidades de igualdad y mezcla. Debes eliminar la raíz del problema.

—¿Mi señor?— preguntó sin comprender, los ojos rojos brillaron con regocijo.

—Deshazte de Dumbledore— Nagini siseó en su dirección— o yo me desharé de ti.

Draco palideció completamente.

—Tendrás la ayuda de alguien, pero será tu tarea. Nadie debe saber tu misión Draco— pareció meditarlo, como si aquello fuera placentero— pero no voy a pedirte que le mientas a tu madre ¿Qué clase de persona sería si lo hiciera? Puedes comentárselo a Narcissa, ahora retírate— Entonces lo comprendió. Era una venganza contra sus padres. Él no tenía intenciones de que sobreviviera. Moriría.

Amor en tiempos de mortífagos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora