Los Siete Potters.

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Rodolphus arrojó la copa de cristal labrado contra la pared.


—¡Te he dicho que no, no irás!— Milena no retrocedió, levantó la frente intentando no lucir tantos centímetros por debajo de Rodolphus.

—¡No debo obedecerle, señor Lestrange!

—Si, si debes. Llevo casi treinta años siendo mortífago.

—¡Pasaste quince en Azkaban!— Rabastan rió desde el rincón ante la rebeldía. Habían estado discutiendo esto por los últimos diez minutos. —Tendrás un alto rango en este ejercito Rodolphus, pero en lo que a mi concierne, llevamos la misma marca otorgada por el mismo líder, y tenemos el mismo derecho a luchar. Deja de subestimarme, no soy una niña. Nunca me consideraste como tal.

—Te estas comportando como una, ¡Crees que puedes con esto, pero no es así! No son los impuros que estas acostumbrada, son miembros de la orden. ¡Y no hay margen de error! Hasta el señor Tenebroso estará presente.

—Rodolphus, el señor Tenebroso me dio esta marca— señaló su antebrazo, donde el negro marcaba el mismo dibujo que en el brazo de todos en la sala— y no para venir a buscar un esposo, no. Si llevo esta marca es porque tengo el poder y la sed para luchar por esta causa. Mataré a quien sea y moriré de ser necesario.

—¡Es la última parte la que me preocupa!— Rodolphus no podía decirle el terror que le daba perderla, no podía admitirlo ni para él mismo, porque era la muestra de debilidad más grande que se habría permitido en toda su vida. Le temía, temía el poder que la vida y muerte de Milena tenía en su accionar, en su razón, en su lealtad.

—Oh...— Milena suavizó su expresión— Rodolphus no moriré, no lo haré. Seré pequeña si, joven también y quizás inexperta, pero soy hábil, soy fuerte y confío en mi porque fuiste tú quien me entrenó ¿Entiendes? Me necesitas ahí. Por si algo pasa, debo estar para protegerte. 

—¿Tú a mí?— asintió.

—Por supuesto, nadie te hará daño conmigo cerca. Ahora, dame un abrazo.


—Niña, no molestes— podía ver de reojo a su hermano burlándose de él.


—Si muero te arrepentirás todos tus años de vida de no haberme cumplido mi último deseo ¿Lo sabes verdad? — agitó sus pestañas, Rodolphus bufó antes de estirar sus brazos y dejar que la niña se trepe a él abrazándolo con fuerza. —Todo saldrá bien.


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Los mortífagos se movían como hormigas, de aquí para allá murmurando cosas nerviosamente por los rincones de Malfoy Mannor. Habían planeado aquello por casi dos semanas, desde que Snape había soltado la información, todo había girado en torno a la salida de Potter de la casa de su familia muggle. Debían ir a Little Whinging, cazar a Potter y acabar con todo de una vez.


Toda conversación, murmullo y movimiento quedo silenciado por el siseo de Nagini y la presencia del Lord en la sala. Todos hicieron una reverencia, demostrando el miedo y el respeto, salvo por Bellatrix quien entraba tras él, desviviéndose en reverencias de gratitud.


Las ventanas mostraban el cielo volviéndose oscuro.


—Ningún error será cometido esta noche. Harry Potter morirá hoy— un movimiento con la mano, demostrando que su breve discurso había terminado y todos salieron por la puerta de la mansión Malfoy.

Amor en tiempos de mortífagos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora