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Pasaron varios días, Malfoy Manor estaba cada vez más siniestra. Por lo que procuraba mantenerse alejado de las zonas principales, donde rondaban más mortífagos.

Se despertó, cuando abrió los ojos lo primero que vio fue un par de largas piernas enfundadas en un pantalón ajustado de cuero.

—¿tú de nuevo? –se pasó la mano por el pelo rubio acomodándolo, ella le dirigió una sonrisa de lado.

—No es forma de saludar a una dama— se sentó en la cama.

—Una dama no se mete a cuartos ajenos— ella se sentó junto a él, haciéndole llegar un poco del perfume femenino que emanaba. –y tampoco se mete en cama ajenas.

—No he estado paseándome por los cuartos, solo vengo aquí— eso fue una pequeña sorpresa para Draco.

—¿Por qué?

—Porque tienes cosas interesantes y no intentas violarme— los ojos grises la miraron con curiosidad— el licántropo y McNair lo intentaron ayer, pero será la última vez que se metan conmigo— un brillo de perversidad inundo su mirada, por lo que prefirió no preguntar.

—No me parece muy bueno para el autoestima tener la necesidad de forzar a una chica para tener sexo— tenía sueño, era temprano por la poca luz que entraba por la ventana. —¿Qué hora es?

—Las siete— asintió.

—¿Hace cuanto estas aquí?

—Unos quince minutos, más o menos. Te quejas mucho cuando duermes.

—¿Sabes que es algo psicótico mirar a alguien cuando duerme?— ella sonrió.

—No te miraba, estaba leyendo— señalo el libro que había dejado en la mesita de noche.

—¿Por qué vienes aquí a leer?— pregunto volviendo a acostarse, podría dormir hasta las nueve, de no ser porque era plenamente consciente del sensual cuerpo que estaba junto al suyo, del cual estaba a la altura perfecta para apreciar los generosos pechos de la rubia.

—Porque el libro es tuyo y es la habitación mas silenciosa de la casa— trato de mantenerse lejos de ella, pero la cama, a pesar de ser grande, no dejaba un espacio suficiente como para que no rozarse ante un movimiento brusco.

—Sigue leyendo entonces— se cubrió mejor con la costosa manta y se quedo dormido, ante el suave sonido del pasar de las hojas.

Draco se desperezo un poco, cuando rozó a otra persona con su mano y supo, tan pronto como su mente se despertó, que se trataba de Alexandria. Ella seguía leyendo, parecía no molestarle que él se hubiese acercado a ella y que su mano descansara sobre su vientre, peligrosamente cerca de su escote.

— ¿Estás despierto?— se sorprendió al notar un tono bastante pacifico en la voz de la desafiante mortífaga.

—Algo así— un escalofrío lo recorrió cuando ella pasó sus finos dedos por su nuca, casi como una pequeña caricia.

—¿Me liberas?— comprendió que no solo su mano estaba sobre ella, sino que la abrazaba firmemente por la parte estrecha de su cintura. Se soltó rápidamente.

—Podrías haberme alejado— no iba a disculparse, después de todo, ella era la que se colaba a su cuarto.

—Te hubiese despertado y parecías bastante tranquilo, los mortífagos nunca están relajados, yo que tu lo haría mientras pudiera— había cierto tono de tristeza, como si ella deseara haber dormido esas horas en la cómoda cama sin pensar en nada más.

—¿Qué leías?— pregunto queriendo omitir el asunto de su próxima inserción a las filas de Voldemort.

—Nada importante, solo me gusta mantener la mente ocupada en otras cosas— la miro con curiosidad, pero ella se levanto con rapidez, y se acomodo la ropa— la elfina te ha traído la ropa, le he dicho que si andaba cotilleando que yo venía por aquí, la asesinaría. Son cerca de las diez.

Cuando estaba por marcharse, el no pudo contener su curiosidad.

—¿En qué cosas no quieres pensar?— lo miró fijamente a los ojos.

—Soy mortífaga hace poco tiempo Draco, todo lo que tú sientes ahora, yo lo sentí hace unos meses... hay sensaciones que nunca desaparecen, al menos, no hasta ahora— tragó grueso y asintió, como dándole el permiso de marcharse, ella suspiró y se fue.

Se miró en el espejo, una lagrima traicionera escapo de sus ojos grises. ¿Cómo se sobrevive a eso? "hay sensaciones que nunca desaparecen" ¿Por qué debía ser él? Negó con la cabeza resignado, tenía demasiadas cosas en su vida y todo tenía un precio.

Se dirigió hacía el escritorio, donde el Señor Tenebroso estaría esperándolo para marcarlo. Como ganado, pensó irónicamente. Si ellos eran los privilegiados ¿Por qué debían ser sirvientes? Quito esos pensamientos de su cráneo, Snape le había advertido desde hace tiempo sobre la legeremancia, y a pesar de que nunca había podido dominar la oclumancia, dejar la mente en blanco siempre ayudaba para no tentar a nadie a hurgar en sus pensamientos.

—Joven Malfoy— la voz siseante le enfrío la sangre— pareces tan temeroso como el cobarde de tu padre cuando se hizo su marca.

Vio a Narcissa en un rincón temblar, pero sin poder decir nada; junto a ella estaba Bellatrix, profundamente orgullosa de ofrecerle su sobrino a su señor.

—Bellatrix...

—Si mi señor— interrumpió casi por reflejo al escuchar su nombre.

—Ve con Rodolphus y Rowle, tienen que hacer una visita— Draco sabía que "hacer una visita" significaba que mandaban un grupo de mortífagos a una casa a destruir todo y a todos, pero prefería no pensar en eso. Las ansías de sangre de Bellatrix la hicieron sonreír encantada.

—Gracias, Mi Lord.

Hizo una exagerada reverencia, que a Draco le repugno al recordarle a los elfos domésticos, y se marchó.

—Draco, acércate— a pesar de que no sentía sus extremidades, encontró la forma de dar los pasos que lo separan de él y la gigantesca serpiente a su lado— tu brazo— lo extendió, sintió la fría y áspera mano de Voldemort tomarlo con fuerza por el antebrazo, la varita de su Lord recorriendo la piel, un dolor agobiante y luego todo se desvaneció. 

Amor en tiempos de mortífagos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora