Cordelia.

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Rodolphus despertó con una sensación húmeda y placentera en su entrepierna. Sabía lo que era y se relajó entregado a la sensación.

Antes de Milena nunca le había visto diferencia a estar con una mujer por las buenas o por las malas. Pero mierda, una mujer por las buenas podía hacer que el mundo fuese un lugar mejor.

Tuvo su regalo de navidad cuando abrió los ojos y lo primero que vio fue a su cachorrita limpiándose el semen de la barbilla.

—¡Feliz navidad Rodo!— se bajó de la cama y sonrió anchamente.

—¿Qué hora es?— indagó al verla con vestido y tacones.

—¡Las siete! ¿No son hermosos?— Movió sus zapatos rojos encantada— Santa me los ha traído— informó, como si tuviese ocho años. ¿Cómo es que esta mujer le estaba haciendo sexo oral hace cinco minutos?

—¿Cómo demonios puedes caminar con eso?— los tacones tenían al menos doce centímetros.

—El vestido también es nuevo— cortó, con una falda vaporosa y un escote en forma de corazón que se amoldaba a sus senos. Rodolphus se apoyó en sus codos para observarla.

—¿Por qué estas tan vestida, cachorrita?— por muy sensual que se viera vestida de rojo, la prefería desnuda en la cama.

—Porque es mi ropa de navidad— giró sobre si misma, riendo, haciendo que su falda vuele y le diera la vista de unas braguitas de encaje, también rojas.

—Lindas bragas ¿te las trajo santa también?— ironizó.

—Santa no trae estas cosas, aunque debería— se mordió el labio— es mi regalo de navidad para ti, pero tendrás que esperar a la noche. ¿Te gusta?

Asintió con la cabeza.

—Creí que estabas furiosa conmigo— comentó, sintiendo el lugar frío junto a él en la cama, lugar que la castaña no había ocupado durante la noche.

—No voy a decirte que me fascina la idea de que quisieras pasearte entre las piernas de mi hermana, pero es Navidad, no quiero estar enfadada con nadie.

Rodolphus se encogió de hombros. Bien por él, las mujeres enfadadas eran más drama de lo que podía soportar.

Mila lo ignoró y comenzó a cantar villancicos bajo la mirada escéptica de Rodo.

Alexandria ignoró las miradas que recibió cuando entro al comedor y caminó a su asiento. Solo dirigió una mirada gélida a Milena cuando entró seguida de Rodolphus.

—Ya decía yo que estaba empezando a sentir olor a zorra— canturreó Milena.

—Casualmente— ronroneó Alexandria— estaba por decir lo mismo.

—Miau— se burló Rabastan mirando a las hermanas— Mila cariño, si quieres hay un lugar vacio junto a tu hermanita.

—Eres un hijo de...

—No insultes a tu suegra cachorrita— esta vez, Rodolphus también fulminó con la mirada a su hermano.

—¿Tu suegra? ¿Una niñita mimada conquisto a Rodolphus Lestrange? Me decepcionas Rodo, creí que te gustaban las mujeres— Alex hizo una falsa mueca de pena.

—Deja de insinuártele como una prostituta barata, si te busco fue porque te abres de piernas para cualquier cosa que tenga pene.

—Tu no eres mucho mejor que yo querida, déjame recordarte que el tipo al que te follas es un prófugo treinta años mayor y con una sortija en su dedo.

Amor en tiempos de mortífagos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora