Draco sentía arder su sangre. Tenía fiebre, de eso era consciente, junto con la sensación de cientos de cuchillos atravesando su brazo. El sudor le humedecía la piel de manera incomoda.
Narcissa miraba a su hijo con tristeza, limpiando su frente con un paño fresco y acariciando la pálida mejilla de Draco. Ella nunca había recibido la marca, porque la habían relegado a ser solo la esposa de un sangre pura, pero si había visto el sufrimiento de Lucius.
Draco se removía, el dolor le era tan insoportable que se le escapaban lágrimas.
—Cariño— Narcissa se acercó a besarle la frente, sentía sus propios ojos humedecerse. Tal vez, si hubiese tenido el valor de Andrómeda... negó con la cabeza, nada podía hacerse. –¿quieres cenar?
—No— había perdido noción de las horas, su madre había estado junto a la cama, sentada sin comer nada— Ve tu— su voz sonaba débil.
—¿seguro?— Draco asintió despacio, no quería dejar a su hijo, pero debía comer para poder mantenerse a su lado otra noche. Se marcho del cuarto con un nudo en la garganta, aguantando las ganas de llorar por el destino que corría ahora, aquel pequeño bebé rubio que ella había criado.
Alexandria se trono el cuello nerviosa, hasta que vio a la señora Malfoy salir del cuarto. Se encamino hasta ahí y entro, lo primero que vi fue al ojos grises arrogante retorcerse de dolor como niño pequeño.
—Hola— saludó sin saber que decir. Ella siempre había sido mala tratando con personas.
—Ven— pidió en un susurro, ella se acercó y se sentó en la cama, él se abrazo a su cintura como había hecho el día anterior por la mañana. Le acarició la nuca, ella había pasado su marcación sola, retorciéndose en la cama de un motel a quien sabe cuántos kilómetros de ahí.
No noto que el tiempo pasaba, hasta que Narcissa entró al cuarto, quedándose estática al verla ahí.
—¿Qué haces?— pregunto bruscamente.
—He venido a ver como seguía...y me atrapo— extendió los brazos para que ella pudiese observar como Draco la tenía atrapada.
—¿Tú? ¿Preocupada por alguien?— había un tono de escepticismo y desdén que la enfureció.
—Solo he venido a ver si su hijo estaba condenadamente mejor, además mírelo ¿Qué peor podría estar?— Draco gemía por el dolor y sudaba por la fiebre.
—Bueno, ya lo has visto— era un claro Vete de aquí.
—En realidad, he venido a dejarle esto— se levantó de a poco para no molestar a Draco, él comenzó a quejarse— Shh... sigue durmiendo— una voz suave que Narcissa nunca había escuchado en la rubia, tranquilizaba a su hijo.
—¿dejar que?— apuró, Alexandria saco un pequeño potecito, tan chico como para ser de un rubor. Narcissa se pregunto cómo podría haberlo puesto en el bolsillo de esos pantalones tan ajustados que usaba, pero descartó la duda cuando la rubia le tendió el potecito. —¿Qué es?
—Para Draco, le hará bien.
—No mientas— se sentía furiosa con aquella chica por querer engañarla tan cruelmente— no hay nada que quite el dolor de la marca tenebrosa.
—Lose, más que usted, de hecho— respondió fríamente— es anestésico, el dolor seguirá ahí, solo que él no lo sentirá, al menos no tanto. Póngale eso sobre la marca y véndeselo, puede volver a ponerlo cuando el efecto se le pase y vuelva a dolerle.
—¿Por qué debo creer en esto?— Tal vez, solo fuera una pizca de compasión, pero había conocido demasiados mortífagos como para saber que no conocían esa palabra.
—Puede creerme o ver a su hijo sufrir— una artimaña sucia, la verdad ¿pero desde cuando ella jugaba limpio? Narcissa suspiró, y cuando iba a tomar el potecito de las manos de Alexandria, ella se resistió un poco— con una condición— agregó a último momento.
—No me sorprende— exclamo Narcissa.
—No voy a pedirle nada, solo no diga que estuve aquí, ni que ayude a Draco. La piedad no es una de mis virtudes y no quiero que nadie se haga una idea contraria— Narcissa la miró con curiosidad, asintió lentamente y tomo lo que la rubia le tendía, antes de marcharse.
—¿Qué le has hecho tú a esa chica?— pregunto con ternura acariciando la frente de su hijo. Tomo un poco del gel que había en el pequeño pote que le había dado ella y lo extendió con cautela por la piel de su hijo. Se sorprendió al ver que con solo un poco había logrado cubrir casi toda la zona afectada del antebrazo, volvió a vendarlo y observo asombrada como su hijo dejaba poco a poco de quejarse.
—¿Mamá?
—¿Si, mi principito?— hacía años que no le decía así, mas de una década.
—Te quiero— Narcissa sintió como las lágrimas mojaban sus mejillas. Puede que fuera por la fiebre, que Draco nunca diría eso plenamente consciente, pero esas pequeñas palabras daban sentido a todos y cada uno de sus sacrificios.
Draco durmió toda la noche tranquilo, bajo la atenta mirada de su madre. Serían como las cinco de la madrugada, cuando la puerta del cuarto se abrió.
—Es té— aclaro Alexandria tendiéndole la taza— pensé en preparar café pero si la idea es que duerma un poco, el café no es buena opción.
—¿Por qué haces esto?—preguntó dándole un sorbo al tibio y dulce té.
—Eso creo no es de su incumbencia, si quiere, puede dormir unas horas.
—No voy a dejar a Draco solo.
—Yo me quedare con él— Narcissa le dirigió una mirada gélida.
—No voy a dejarlo— repitió. Alexandria rodó los ojos y apunto con la varita al sofá donde la mujer estaba sentada, transformándolo en una cama.
—Duerma aquí, entonces.
Narcissa dudó demasiado, pero Alexandria había traído consigo un libro y se había sentado en la cama junto a Draco a leer. Poco a poco, el cansancio la venció.
La despertó la voz de Draco, pero no hablaba con ella.
—¿Qué tal te sientes, ojos grises?— la voz de Alexandria era tranquila.
—Bastante bien— Draco estaba medio sentado en la cama, mientras ella le limpiaba el brazo con cuidado, quitando los restos del ungüento— ah— soltó un quejido.
—Tranquilo, te volveré a poner— unto con cuidado cubriendo bien la marca y lo vendó.
—Así que... ¿eres mi enfermera?— comentó con picardía.
—No voy a fregarte la espalda ni ninguna otra zona— Narcissa estaba, supuestamente, durmiendo dándoles la espalda. Se sorprendió al oír una suave risita de Alexandria, pero no podría ver que había hecho Draco para provocarla.
—Acéptalo, podrías promocionarlo bien, enfermera de día...
—Mortífaga despiadada de noche— completó sin ningún titubeo— vuelve a dormir, estas débil.
—No estoy débil— refunfuño con molestia.
—No te comportes como un mocoso, no me obligues a mezclar mis facetas y echarte un imperius.
—¿Lo harías?
—Sabes que soy capaz de cualquier cosa.
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Amor en tiempos de mortífagos.
FanfictionAlexandria esta destinada a luchar desde que nació. Pero ahora ya no lucha solo por sobrevivir, si no por salvar el alma de una persona que se metió bajo su piel: Draco Malfoy. R18.