Y lo quería a él.

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—Nos están inundando las cachorritas— murmuró Rabastan cuando Milena entro en el comedor. —¿Quién es?— Rodolphus mantuvo silencio. Había veces en que era mas práctico y simple fingir ignorancia.

—Buenos días ¿tú eres?— Narcissa sonrió amablemente ante aquella niña de unos quince años.

—Milena Evenwood, creo tu esposo conoce a mi padre, hemos dado buenas fiestas de navidad, en otros tiempos al menos— la castaña sonrió y se sentó, manteniendo su bonita postura. Destacaba como una lámpara encendida en la oscuridad, con su delicado y femenino vestido corto rosado pálido, entre tanto negro.

—Oh claro que si cariño, ¿Cómo has terminado aquí? ¿Te enviaron tus padres?— Rodolphus prestó mas atención.

—Claro que no, mis padres querían que me quedase en casa, de hecho se han negado a hablarme desde que contacte con... los de aquí.

—Creí que tus padres apoyaban la causa— cortó Yaxley con dureza.

—Lo hacen por supuesto, pero son de los que creen que una mujer solo sirve para generar más soldados, no para ser un soldado. Creen que seré totalmente inútil.

—La mayoría de las mujeres lo son— bufó Parkinson, quien rara vez estaba en Malfoy Manor, ganándose una mirada envenenada de Narcissa y Mila.

—Si me disculpa, Señor Parkinson, al menos yo estoy aquí intentando dejar de ser inútil en la causa, tengo entendido que su hija sigue sin mostrar interés en ser mortífaga.

—Pansy es una niñata engreída— cortó sin menor remordimiento por ser su hija de la que hablaba— mientras deteste a los impuros como lo hace, que sea su madre quien aguante los caprichos.

—¿Cuántos años tienes?— Narcissa le tendió una taza de té, extraña a Alexandria y sus respuestas agiles, pero aquella jovencita parecía ser toda una damita y desentonaba terriblemente con el resto.

—Quince años, cumpliré dieciséis dentro de dos meses. El señor oscuro me ha permitido avanzar un poco más en mis estudios mientras aprendo de artes oscuras antes de unirme oficialmente.

—¿Hablaste con Él?— Yaxley.

—El día de mi llegada, sí. Fue él quien me torturo— sonrió amablemente, como si Él solo la hubiese invitado un pastelillo—si sobrevivía me permitía unirme...— al ver que Rodolphus no le dirigió ni una sola mirada, comprendió que no debía hablar— supongo que alguien debe haberme curado, pero lamentablemente estaba inconsciente, le debo muchísimo.

Rodolphus tomó un sorbo de café, antes de levantarse de la mesa y marcharse sin decir nada.

—Parece que no hay reglas de modales por aquí— suspiró, su padre le habría dado una bofetada si ella o su madre se levantaban de la mesa sin pedir permiso. —¿Podrían disculparme? Aun no me siento muy bien.

—Claro Mila, ¿Qué cuarto has tomado?

—Uno del tercer piso. Pero no me he instalado, si es molestia...

—Esta perfecto— Narcissa sonrió, era tan agradable un poco de aristocrática educación.

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Milena pasó el resto del día recostada leyendo y dibujando, se dio un agradable baño, sus heridas se habían cerrado y solo faltaba que desaparezcan algunas cicatrices.

Según lo que le habían enseñado en su casa y su colegio, una jovencita era educada y recatada. Pero adoraba la sensación de la desnudez. Le fascinaba la sensación de las sábanas contra su piel.

Amor en tiempos de mortífagos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora