Se despertó por el sonido de la ducha. Aun era de noche, se levanto y se frotó los ojos. Fue al baño, tardo un poco en acostumbrarse a la luz, pero miro a Alexandria.
Ella estaba apoyada contra la pared de fino azulejo verde oscuro, dejando que el agua de la ducha la recorriera, inmóvil y con la mirada perdida.
—¿Cuántos galeones debo darte por uno de tus pensamientos?— preguntó, ella soltó un pequeño gemido de sorpresa. —¿Qué tal fue tu cosa peligrosa y estúpida?— no parecía sentir ni mínimo de pudor por estar desnuda ante su mirada.
—Son de ese tipo de cosa que no importa como salgan, no tienen final feliz.
—¿Paso algo?— se encogió de hombros— no puedes decirme.
—Solo me gustaría que todo fuera más simple, poder hacer de mi vida lo que yo quiera, solo un poco de libertad.
—Tienes los labios morados— tomó un mullido toallon de la repisa y la rodeó con él después de cerrar la ducha. –Vamos a abrigarte— se sintió bien de que ella lo necesitara, nunca en su vida había cuidado de nada, nunca nadie había pedido su ayuda. La levantó para llevarla al cuarto, Alexandria se acunó en su pecho. La dejó en la cama, fue a su armario, saco un suave sweater negro y la vistió, ella se dejó mover como si fuera una muñeca.
La cubrió con la cobija y la abrazó contra él.
—Gracias Draco— dos pequeñas e insignificantes palabras tan comunes y corrientes que le costaba creer que nunca las había oído.
—¿Por qué no eres libre? Sé que eres mortífaga y todo, pero nunca te he visto en Hogwarts, nadie te conoce, no tienes apellido, no tienes acento de otro país, nose quien eres.
—Nadie sabe realmente quien es, no puedo responderte por mucho que quisiera, hay cosas que exceden de mi control y por eso no soy libre.
—¿Él te lo prohíbe?
—El señor oscuro, por muy poderoso que sea, ignora demasiadas cosas y eso terminara con él. También se que la idea de un mundo sin Él no te resulta desagradable.
—Yo...soy un mortífago.
—Nunca lo serás Draco, eres soberbio, frío y egoísta, pero te aferraste a una ideología que no era tuya. Lo que hiciste esta noche por mí, solo demuestra que algo en ti vale la pena, y mientras esa pequeña parte siga latiendo, no podrás ser un mortífago.
—¿me estás diciendo blando? Nunca he ido buena persona— contradijo.
—No he dicho que lo seas, pero tienes algo de luz y eso es lo que yo estoy protegiendo.
—Pero si me proteges tú también tienes algo de luz.
—No hay nada en mi Draco, ni luz ni oscuridad, solo estoy resignada a vivir lo que me marcaron, ha sido así desde que nací.
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Alexandria sentía la mirada de Rabastan en su escote mientras almorzaba. La sensación de los besos de Draco aun quemaba en su piel, por lo que no se molesto en arrancarle los ojos.
—¿Alguna razón por la que no estoy asesinando impuros?— preguntó distraídamente.
—Vendra una modista, tienes que comprar ropa— la rubia miró a Narcissa desconcertada.
—¿Qué tiene de malo mi ropa?— Rodolphus carraspeó.
—Cuñada, estoy con la perrita, lo único mejor que su ropa, es verla sin ropa.
—Aprecio la caballerosidad Rodo— exclamó sarcásticamente, ella sentía desprecio por todas las personas, salvo por Draco y Narcissa, pero dentro de su desprecio Rodolphus y Rabastan no le caían tan mal, eran como una versión psicópata de unos niños traviesos. –esta perrita— Rodo rió— esta conforme con su ropa.
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Amor en tiempos de mortífagos.
FanfictionAlexandria esta destinada a luchar desde que nació. Pero ahora ya no lucha solo por sobrevivir, si no por salvar el alma de una persona que se metió bajo su piel: Draco Malfoy. R18.