00:08

2.9K 322 16
                                    

r u b é n
[2 0 0 6]

[Sé qué su viaje a Japón fue en 2009 pero como dije anteriormente, las fechas de algunos eventos específicos están cambiadas]

—¡Feliz cumpleaños! —grité en un susurro, para evitar despertar a alguien.

Me lancé sobre ella despertándola.

—¡Rubén, salte! —intentó echarme pero era mucho más pequeñita que yo— ¡Quiero dormir, ándate, son como las siete de la mañana! —gritó.

—¡Shh! Son las cinco en realidad —su cabeza salió del cobertor, su cabello era una maraña de pelo, su nariz estaba rojita y sus labios secos.

—¿Qué haces en mi casa a las cinco de la mañana, Rubén? —preguntó murmurando, me encogí de hombros.

—Estaba jugando con Mangel y pensé que sería buena idea venir. Tienen que cambiar donde ocultan su llave de emergencia, esa roca falsa es demasiado falsa —rió.

—¿No has dormido?

—No, vine en pijama —me miró de arriba a abajo y carcajeó, le cubrí la boca para que su risa no despertase a nadie.

Se movió hacia un costado de su cama dándome un espacio a mí. La cama no era muy grande pero honestamente tampoco creo que me gustaría tener tanto espacio libre entre nosotros. Acurrucarme con ella y oler su cabello me hacía quedar dormido en menos de cinco minutos.

Dani era calma pura.

Me recosté y de inmediato se acurrucó en mi pecho.

—Felices dieciséis —apoyé mi cabeza sobre la suya sin hacer mucha presión.

—No me trajiste regalo —reí.

—Yo soy el regalo.

—¿Tienes ticket de devolución?

—Ni te imaginas el regalo que te tengo.

—Te amo, me da igual el regalo que sea —murmuró pegándose aún más a mí.

—Lo sé, pero te mereces algo grandioso —dije antes de que se quedara dormida—. Recompondrá todo lo malo que te hice sentir —terminé por decir, más para mí que para ella.

d a n i

Abrí los ojos al sentir líquido salir de mi boca y mojar mi mejilla. Tenía un hilillo de baba, Iug.

Me separé con cuidado de Rubén y me dirigí al baño. Eran las diez de la mañana ya, tendría que despertarlo. En mi casa no podemos dormir hasta tarde, no tenemos ese hábito, pero Rubén era otra cosa.

Creo que en su vida pasada fue un gato de tanto que duerme.

—Rubén... despierta —empecé a zarandearlo de un lado a otro pero no había caso—. Rubén, vamos.

—Déjame dormir —se quejó adormilado dándose vuelta en la cama.

—Mamá hará panqueques para desayunar, con tu crema favorita —tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había dicho, pero apenas lo hizo se levantó de golpe y me abrazó.

—Sé que es tu cumpleaños pero siento que es el mío —reí.

—Ya levántate, tengo hambre.

Al bajar mamá me saludó súper emocionada y papá también, aunque no le presté mucha atención.

—¡No puedo creer lo grande que estás! —me abrazó mamá con mucha fuerza.

—Ni yo —dijo papá.

—Ni yo —le siguió Rubén.

—Ni yo —terminé.

Tomamos asiento en la mesa redonda. Papá tenía el periódico en sus manos y lo leía, pero no dejaba de mirar con mala cara a Rubén.

—¿Cómo y cuándo entraste, Rubén? —le preguntó enarcando una ceja.

—En la madrugada y por la puerta —respondió desinteresado agarrando un panqueque y metiéndoselo a la boca como animal, papá bufó.

—No importa, Rubén siempre será bienvenido aquí —le defendió mamá abrazándolo a él también.

Miré el desayuno ansiosa por comerme todo. Empecé a prepararme una montaña de panqueques con jarabe y frutas. Rubén los prefería con la crema de chocolate y nueces. 

Apenas agarré el tenedor para comer, papá arrastró un sobre blanco sobre la mesa. Dinero, seguramente.

—¿Puedo abrirlo después? Muero de hambre.

—¡No! —gritó Rubén asustándome— Debes abrirlo ahora.

—Vale, tampoco es para alterarse —reí bajo la atenta mirada de todos.

Agarré el sobre y con cuidado lo abrí sacando los papeles que tenía dentro. Eran como de cartón blando y venían acompañados de mi pasaporte.

Leí el papel sorprendida.

—¿Dos boletos a Japón para dentro de tres semanas? —pregunté sin saber cómo reaccionar.

—El otro es de Rubén —dijo mamá.

Lo miré, estaba justo al otro lado de la mesa redonda, frente a mí, sonriéndome.

—¿Vamos a ir a Japón... los dos solos? —estaba boquiabierta.

—Mis papás querían regalarme el vuelo, ir los tres juntos, pero pensé que lo que más me gustaría es ir contigo —miré a papá.

—¿Me pagaste un viaje a Japón?

—Rubén pasó cerca de un mes intentando convencerme hasta que lo logró. No fui de lo más justo contigo ni con tu mamá, espero que de alguna forma cuando vuelvas de este viaje me des una oportunidad, si no, está bien, no voy a presionarte —tomó mi mano—. Solo quiero que te diviertas.

Me paré de golpe y le abracé. Esto no enmendaba mucho pero podía fingir que por un rato sí lo hacía.

—¡Gracias, gracias! —abracé a mamá también y después me lancé a los brazos de Rubén.

Rubén tenía razón, ni me podía llegar a imaginar que este fuera mi regalo.


Cerca de las cinco de la tarde salimos de mi casa para ir a la suya. Su familia me quería mucho y Bente tenía muchas ganas de saludarme.

—Aún no me creo que vayamos a viajar juntos.

—Saldrás de Noruega por primera vez —le miré sonriente.

Eso lo hacía mucho más especial, mi primer viaje fuera de aquí sería con la persona que más quiero en el mundo. Todo lo extraño se volvería más familiar gracias a él. Era un regalo mayor aún.

—No sabes lo mucho que significa para mí, Rubén.

—Si bueno... tampoco es un destino que hubieras elegido, perdón por eso.

—¡¿Perdón por eso?! ¡Es Japón! Sí, no me llama mucho la atención ver las figurillas y chicas vestidas como los animes que ves, pero ¡Japón! Los paisajes, el habla, la cultura, no sabes lo emocionada que estoy por conocer un poco de todo ello.

—Oír eso significa mucho para mí.

—Lo sé, por eso te quiero un montón. Este definitivamente es mi cumpleaños favorito. Creo que será mi favorito por el resto de mi vida —planté un sonoro beso en su mejilla— ¿Qué iré a hacer yo sin ti una vez que nos graduemos?

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora