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—¡Joder, ¿pero qué coño quieres?! —bramó apenas entré a su "oficina" lanzando sus audífonos al suelo.

Salté del susto.

—Necesitaba decirte que... —gruñó molesto sin dejarme terminar—. Rubén, que fue un accidente —intenté tranquilizarle.

—Cortar esta interrupción me tomará mucho tiempo, Dani, ¡que no haces más que molestar! —gritó dándose vuelta de nuevo hacia la pantalla.

—No te entiendo, Rubén, estás todo el día grabando y todas las noches editando —di unos pasos hacia él y con delicadeza probé masajearle los hombros—. Necesitas descansar, desahogarte con alguien... últimamente ni hablamos.

—Sí, no necesito una psicóloga, gracias.

En silencio salí del cuarto. Ni siquiera notó que quería hablarle o que había decidido irme. Ni a Wilson le prestaba atención ya, no hablaba con sus amigos a menos que fuera para grabar un vídeo y siempre después de pasar tres horas editando salía de fiesta y volvía ebrio.

Llevaba meses diciéndome que no importaba, que era una pequeña etapa, como le sucedió hace un par de años, claro que ésta era cien veces peor. Jamás le había visto así.

Cuando empezó con esta actitud intenté mantenerme firme, mostrándole que no me doblegaría, pero luego me cansé y no pude aguantar más. Lloré frente a él, pensando que le suavizaría pero no.

—¿Por qué eres tan sensible, coño? —exclamó al ver la primera lágrima que se me escapaba.

Después, de a poco, logré acostumbrarme de alguna forma, pero dolía.

Dolía porque no tenía muchos amigos. Le escribía a Lara a veces, pero tenía bebés mellizos y eso la mantenía muy ocupada como para poder mantener una conversación mucho rato. Heda y yo todavía manteníamos el contacto, pero ella siempre tardaba días en responder. Y luego estaba Nerea, una chica que conocí en un evento de mi compañía que solo veía cuando nuestras sedes hacían convenciones.

A veces los amigos de Rubén me invitaban a salir con ellos, intentaban que lo trajera conmigo también, pero él nunca quería salir de su cueva. Trataba de ignorarlo y salía con los chicos y sus novias, por lo general lograba divertirme bastante, hasta que claro, recordaba que Rubén no se encontraba conmigo y la pena me invadía.

Pero por sobretodo, dolía porque seguía sintiendo algo por él.

Quería decírselo pero de nada serviría más que para crear discusiones e incomodidades entre los dos. Él no estaba enamorado de mí y yo debía respetarlo, doliera lo que doliera.

También se había cerrado un montón y uno no podía ni insinuarle que estaba distinto sin que se enfadara.

Todavía recuerdo la noche de hace unas semanas en la que vinieron sus amigos y Rubén me gritó frente a ellos. Le había intentado dar una idea de vídeo que podríamos grabar juntos y me acusó de que solo quería fama.

Estuve por responderle pero Raúl salió a defenderme y le dijo que se estaba comportando como un verdadero cabrón. Rubén se enfadó tanto que echó a todos de su piso, incluso a mí.

Su enfado con todos nosotros no impidió que al otro día subiera un vídeo como si nada malo hubiera sucedido. Daba un poco de miedo lo inestable que estaba.

La presión que estaba teniendo le estaba destruyendo y parecía que no había forma de solucionarlo.

A veces le oía llorar, era un sollozo muy bajito y desgarrador, la primera, segunda y tercera vez que lo escuché corrí a consolarle, pero eso solo convertía su tristeza en rabia, así que ahora le daba su espacio. Él no entendía cuánto me hería escucharle de esa forma.

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora