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—¿Y por qué se irán? Pensé que Málaga era algo seguro —preguntó mamá, claramente molesta.

—Madrid es más caro, peligroso e inmenso. No veo la lógica en sus planes —gruñó papá.

Suspiré, quería colgar pero los quería mucho como para hacerlo. Últimamente me costaba mucho conversar con ellos y la distancia no estaba ayudando.

—Tenemos suficiente dinero y Rubén se está encargando de encontrar un edificio que tenga dos apartamentos en arriendo para que vivamos cerca, confíen en nosotros por favor.

—Tienen veintidós años, Dani, no tienen precisamente mucha experiencia.

—Prefiero que regreses a Noruega que cambiarte de ciudad con los amigos de Rubén —dijo entre dientes mamá cruzándose de brazos.

—No vamos a regresar, por favor no insistan.

—No si lo tenemos bastante claro, no te hemos visto desde que te fuiste —me recriminó papá con un tono hostil—. Si hubiera sabido que al mandarte a España no te volveríamos a ver, jamás te lo hubiera ofrecido.

—Apenas nos llamas —agregó mamá disgustada.

—Ustedes también pueden venir, no es como si el dinero no les alcanzara —rabié— ¿Saben qué? Es justamente por esto que no los llamo, pareciera que perdieron toda su confianza en mí ¿Era lo suficientemente madura a los dieciocho para irme a un país desconocido pero no lo soy a los veintidós para irme a la capital? ¡Por dios, qué ridiculez! —exclamé frustrada.

Al ver que decidieron mantenerse callados y no mirarme manteniendo esos aires orgullosos que últimamente les caracterizaba, colgué sin despedirme.

Me cogí de la cabeza y tomé aire para relajar mi enfado.

Tomé el móvil y llamé a Rubén esperando que contestara, lo hizo a los seis pitidos. Le conté la discusión que había durado más de diez minutos y me desahogué mientras él escuchaba atentamente. Era la única persona que sabía que siempre me escucharía.

—Dani, toma un poco de aire y cálmate —obedecí—. Tus papás te subestiman, lo sabes. Eres una de las chicas más listas, intrépidas y seguras que he conocido, y eso que las otras son animaciones. Tienes que recordar que la versión de ti que tus papás vieron la última vez no es la misma de ahora —dijo intentando consolarme—, y también que esta misma versión que eres es la mejor amiga que podría tener.

Una sonrisa se me escapó, siempre sabía hacerme sentir mejor.

—Sí, tienes razón, gracias por oírme, Rubén.

—Gracias por dejarme hacerlo.

Nos quedamos en un silencio cómodo, aprovechando el sentirnos conectados por fin después de días estando en distintas ciudades.

—Encontramos un apartamento —contó—, dos en realidad. Están frente a frente y son mejor de lo que buscábamos. Ambos tienen dos cuartos, un baño y un balcón pequeño. Se arrendará rápido.

—Suena bien. Mándame fotos y los costos y te llamaré de vuelta, ¿sí? —asintió y colgué.

Rubén se encontraba en Madrid ahora mismo. Llevaba allí cerca de una semana visitando apartamentos en arriendo con Mangel.

Hace cerca de un mes con Rubén nos tomamos unos días de vacaciones para ir a Madrid, donde se encontraría con Mangel por primera vez, y como era de esperarse, congeniaron de la mejor manera posible. No se habían visto nunca en persona y apenas lo hicieron parecían hermanos.

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora