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Crucé la calle una vez que el semáforo estuvo en rojo y los autos se detuvieran. Había un montón de gente a mi alrededor, la mayoría salía en el mismo horario que yo así que todo se congestionaba.

Agradecía vivir en el centro, ya que estaba a solo veinte minutos caminando del lugar donde trabajaba.

Me fijé en una señora sentada en las escaleras de un edificio con una caja de cartón.

—¡Gatitos, me queda solo uno! —gritaba.

Curiosa me acerqué a ella mirando lo que la caja contenía. Era un gatito negro con unas manchitas blancas en las patitas.

—Es el último, mi niña.

—No, no busco gatitos, no puedo.

—Pero tómalo, tómalo —insistió, agarró al gatito en brazos y prácticamente me forzó a tomarle, sino el gato caería al suelo.

—¿Pero cómo va a tratarlo así? —exclamé impresionada por su falta de cuidado.

Apreté al gato contra mi pecho haciéndole caricias, era un poquito arisco pero muy suave.

—Se regala, es una hembra —dijo en un gruñido.

—Lo lamento, no puedo adoptarle.

—¡Entonces deja de quitarme el tiempo! —con fuerza intentó quitarme al gato sin esperar a que yo se lo pasara.

—¡Pero cuidado! —di unos pasos hacia atrás con el gato en brazos— Me lo llevo, estará mejor conmigo que con usted —bufó—. Hágame el favor de no tener más mascotas —espeté y molesta envolví al gatito en mi suéter.

Enfadada seguí mi camino a casa con la gatita maullándome, se notaba que estaba asustada.

¿Ahora qué hago? Saqué el celular de mi bolsillo con cuidado de que no se me cayera la pequeña criatura y presioné llamar.

—¿Aló? —respondió a los dos pitidos, siempre tenía el celular a mano.

—¿Te gustan los gatos? —pregunté.

—Sí, la verdad sí —rió.

—Necesito que me hagas un favor, ¿puedes comprar una caja, arena para gatos y comida para un gatito bebé? Te lo devolveré, lo prometo —sin cuestionarme, me dijo que pasaría a comprar ahora que salía del trabajo.

Debo de admitir que Mangel siempre respondía, ayudaba y estaba cuando más lo necesitabas.

—Suena a que tendremos una nueva roomie —le susurré a la gatita antes de entrar al portal de mi edificio.

¿Qué mal podría hacer un gato?

Entré al departamento encontrándome a Rubén en mi sofá.

—¿Qué haces acá? —le pregunté en una risilla.

—Se me quedó la llave dentro y Mangel no llega hasta dentro de media hora —solté una carcajada.

—¿Cómo se te queda la llave de tu apartamento pero nunca se te pierde la mía? —se encogió de hombros— Tienes prioridades muy extrañas.

Un maullido nos interrumpió. Rubén se levantó asustado mirando a nuestro alrededor buscando el origen del sonido. Reí aún más mientras sacaba a la gatita de mi suéter.

—¡Un gatito! —exclamó acercándose con una sonrisa inmensa, como si estuviera viendo a su bebé recién nacido.

Se lo pasé con cuidado mientras Rubén le llenaba de besitos.

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora