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r u b é n
[2005]

—No estás de muy buen humor eh —dijo Mangel cuando perdimos la octava partida seguida.

—Perdona, tengo la mente en otra parte —no podía verlo porque no estábamos en videollamada, pero lo oía preocupado a través de mis audífonos—. Estoy un poco ansioso, creo.

—Puedes contarme si quieres, no es como que pueda contarle a alguien en España —se me escapó una muy pequeña risa.

—Es un poco larga la historia la verdad.

—Vamos, que te escucho —insistió con su típico acento que era muy gracioso de por sí—. Dame el resumen.

—Coño, pues Dani, te acuerdas de Dani, ¿no? Bueno, mi mejor amiga, me pidió consejos porque no podía tener sexo con su novio y pues le di unos cuantos y ahora, una semana después, me dijo que iba a su casa así que supongo que lo están haciendo.

—¿Estás pensando en que está teniendo sexo con su pareja ahora mismo? —suspiré al oír lo horrible que se escuchaba— ¿Si te gusta por qué la ayudaste? Pudiste sabotear su relación —bromeó.

—No, no, que no me gusta joder, dejó de gustarme hace ocho meses.

—Alguien que le deja de gustar una persona no cuenta los días desde que la superó.

Mis ojos se centraron en la pared de mi escritorio, que a este punto ya parecía el estudio de arte de Dani. Estaba repleto de pósters que me había regalado, dibujos que había hecho y fotos, en su mayoría con ella. 

—No me gusta, Mangel, lo digo en serio. Cuando me pidió consejos ni lo pensé, solo lo hice. No me afectó como ahora —me recompuse en la silla—. Ya se me pasará. 

Irritado de la conversación, ofrecí que jugáramos un par de partidas más queriendo callarlo. Poco después, Dag me escribió para ir a una fiesta en la playa. 

Me calcé las zapatillas y una chaqueta, y fui a decirle a mamá que iría a casa de Dani, con lo cual me dijo que sí sin pensarlo siquiera. Si le decía que iba a una fiesta querría saber todo sobre mis amigos y me felicitaría por "salir de mi cueva oscura de videojuegos".

Caminé hasta la playa, que quedaba a quince minutos caminando desde mi vecindario. A unos metros la música se oyó junto con muchos gritos.

Bajé resbalándome en la arena y busqué a mis amigos. Apenas estuve cerca me dieron una cerveza y unos cigarrillos. Estábamos con unos chicos de un grado mayor.  

—¿No viniste con Dani? —preguntó Iverson, negué confundido.

—¿Por qué vendría con Dani? ¿No venía con Kol?

—Kol dijo que seguramente vendría contigo —apuntó hacia el otro lado de la playa, donde estaba el recién nombrado—. No se le ve muy feliz.

¿Muy feliz? El hombre estaba completamente deprimido con una cerveza en su mano y sin amigos cerca. Fruncí el ceño, ¿por qué no estaba Dani con él?

Con un ademán les hice saber a los chicos que me movería un poco y a pasos lentos me dirigí donde Kol.

—Hey —llamé su atención, bufó apenas me vio.

—¿Qué quieres, Doblas? —se notaba un poco enfadado.

—Dani no me dijo que la trajera, ¿te dijo que vendría conmigo? —pregunté, rodó los ojos.

—Entre todo lo que hablamos, no creo que lo haya mencionado —lo miré confuso— ¿Ah, no te dijo que terminó conmigo? —abrí los ojos como platos— Sí, hace como tres horas. 

—Coño pues no, no tenía ni idea, no me contó.

—Me imaginaba —tomó un gran sorbo de la lata en su mano.

—¿Por qué? —literalmente no entendía nada de esta conversación— ¿En qué entro yo en su ruptura?

—Mira Doblas, eres la última persona que quiero ver y menos conversar. Lárgate o te juro que no podrás abrir el ojo por una semana.

Sorprendido, le obedecí y me alejé. Era tonto, pero no tanto como para quedarme cerca de un ebrio violento y con el corazón roto.

No entendía cómo Dani me ocultó que planeaba terminarle, o no fue a contarme a casa cuando lo hizo. Seguramente ha de estar deprimida y sola. Debía de ir a verla. No podía abandonarla cuando ella me escuchó quejarme de Annika cada vez que terminábamos. 

—Debo irme, perdón —dije rápido despidiéndome de los chicos.

—Que acabas de llegar, Doblas —alegó Dag.

—Es una emergencia, supongo —me encogí de hombros.

—Ah, mándale saludos.

Y así me devolví por donde vine y a pasos muy rápidos llegué. Toqué la puerta, era un poco tarde pero los papás de Dani tampoco acostumbraban a dormirse muy temprano.

—Oh... Rubén, ¡hola! —me recibió la mamá de Dani, la saludé con el mismo cariño y después pasé hacia el cuarto de Dani esperando ver lo peor.

Miré la escena boquiabierto. ¿Esto era lo peor? ¿Daniqua leyendo un libro en su cama, con música a volumen bajo, una vela prendida y comiendo cheetos?

—¡Rubén! —exclamó alegre de verme.

Fruncí el ceño perturbado por la imagen que estaba viendo. Incluso yo me veía peor cuando terminé con Annika por séptima vez.

—Creí que habías terminado con Kol —dije, asintió—. Te imaginaba más dolida.

—Mamá también, no entiendo por qué —respondió con desinterés y dio unas palmadas al espacio a su lado, me recosté en él.

—Quizá porque pasaste los últimos seis meses con él.

—Ocho, salimos dos, acuérdate.

—Bueno seis, siete, ocho, igual era alguien importante, ¿no? —asintió sin darle mucha importancia— ¿Pasó algo conmigo? Me lo encontré y dijo que era la persona que menos quería ver —se encogió de hombros.

—No lo sé, quizá porque tú le recuerdas a mí. Dejemos de hablar del tema y veamos una peli, por favor.

La Dani a la que le preocupaba no poder tener sexo con el chico que quiere no se parece en nada a esta chica insensible, y me inquietaba.

¿Qué coño había pasado entre ellos dos y por qué tenía yo algo que ver?

just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora