just kids; rdg

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r u b i u s
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No hablé con ella los siguientes días, ni siquiera me la había llegado a cruzar por el pasillo o el ascensor. Nunca me la topé conectada en whatsapp, o se aparecía por instagram. No es como si me tuviera bloqueado, porque no era así, solo parecía que no existía, como si de pronto desapareciera de la faz de la tierra.

Aunque tampoco es como que me haya intentado comunicar. Estaba muy ocupado probando distintos tipos de animación, videojuegos y personalidad. Ninguna parecía contentar a los fans.

Querían que regresara a ser el mismo, pero por más que lo intentara no lo lograba ¿Por qué debía ser tan difícil? Dani insistía con que no se podía, que era imposible regresar al pasado, diciéndome que no podía actuar como un chico de veintiuno a mis veintiocho, ¿pero qué sabía ella?

Por las noches salía, iba a bares y discotecas. Volvía solo, sí. Intenté besar un par de chicas, ebrio y lúcido, pero costaba. Era difícil hacerlo sin pensar en Dani. No me acosté con ninguna desde que lo hice con ella, ni siquiera tenía el coraje para intentarlo. La extrañaba mucho, intentaba olvidarlo distrayéndome, pero era un poco complicado. Que ella no apareciera era el elefante en la habitación.

Cuando regresaba en la madrugada hacía mucho ruido, esperando a ver si venía a pedirme que hiciera silencio o me invitara a su piso para dormir, pero solo recibía llamados de atención de los otros vecinos. Su puerta nunca se abría.

No pensaba disculparme, no después de lo que dijo. ¿Que yo era Rubius? ¡Claro que era Rubius! ¿Cuál era el jodido problema con ello? Era él quien me pagaba las cuentas al final del día, y además caía bien. Era el único amigo que necesitaba.

Dani no era tan importante como se hacía creer.

Pasé los siguiente días con el celular en modo avión, encerrado en mi piso, alimentándome de comida precocinada y fingiendo frente a la cámara. No sé cuántos vídeos grabé, edité y deseché en esos días. Grababa por lo menos tres al día, solo me cambiaba la sudadera entre ellos y de repente cerraba los ojos para descansarlos.

Estaba agotado, pero no lo admitiría jamás, me divertía con youtube, me hacía feliz.

No fue hasta que el gerente del edificio tocó el timbre que me di cuenta de mi realidad.

—¡Eh, buenos días Rubén! —saludó con alegría, tenía a una joven pareja detrás de ellos.

—Hola —le devolví mientras me tallaba el ojo con sueño, dio una sonrisa fruncida y se hizo a un lado.

—Quería presentarte a tus nuevos vecinos, Hugo y Alba, se mudarán al frente dentro de unos días —anunció, la pareja intentó saludar pero les ignoré por completo.

Fruncí el ceño confundido, miré hacia el apartamento al que se refería.

—Ahí vive Dani —señalé, enarcó la ceja confundido.

—Dani se mudó el veintitrés de enero, Rubén —abrí la boca sorprendido.

—¿Qué? ¿Se mudó? —asintió— ¿Qué fecha es hoy?

—Dieciséis de febrero —se me escapó un grito ahogado.

Había pasado casi un mes completamente encerrado en mi apartamento, aislado, pensé que llevaba una semana apenas. Me apoyé contra la puerta intentando darme cuenta de lo que me estaba diciendo.

Dani se fue y no se despidió, ni siquiera me dijo cuando se iba.

Se largó mientras yo estaba frente a mi computadora, en mi propio mundo. Enfurecido cerré la puerta sintiendo como la ansiedad subía y tomaba mi cuerpo. No me importaba el gerente, ni esa jodida pareja. Ya no importaba nada sabiendo que Dani realmente se había ido.