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r u b é n
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Pausé el juego al oír lo que parecía una discusión. Bajé a la primera planta, específicamente a la cocina encontrando a mi mamá y al padrino sentados frente a frente, se veían preocupados.

—¿Pasó algo? —pregunté confundido, era muy raro que discutieran.

Mamá me miró con pena.

—La empresa de Héctor lo mandará de vuelta a Málaga —fruncí el ceño.

—¿Nos mudaremos a España?

—No, no —respondió él—. Lo estábamos hablando y tú estás terminando el instituto y la verdad es que es un lío tremendo irnos todos. Yo iré regresando cada tanto, solo será durante un año y medio.

—Oh.

Mamá escondió su rostro entre sus manos, claro, él volvería, pero mamá se quedaría sola conmigo.

El padrino entristecido se levantó y salió de la cocina. Me acerqué a mamá por la espalda y la abracé.

—Lo siento, má. Seguro solo será un tiempo —con sus manos acarició mis brazos.

—Lo sé, pero se sentirá como una eternidad —dijo desanimada, le besé la mejilla y le di su privacidad yéndome a mi cuarto.

Miré las visualizaciones que tenían los otros dos vídeos que habíamos subido con Mangel, casi setecientas. Pensé que me alegraría pero apenas me sacó una sonrisa.

Decidí llamar a Mangel, seguro que estaría conectado ya que tenemos el mismo horario. A los cuatro tonos ya había respondido con su sonrisa, ya pensaba que la tenía pegada en la cara.

—Coño, ¿qué te ha pasado a ti? —preguntó tras ver mi cara sin emoción.

—Mi padrastro se irá a España —respondí jugando con mis dedos.

—¡Pues enhorabuena! ¿Eso significa que vienes tú también, no? —negué.

—Se irá solo. Me da pena mi mamá, ¿sabes?, mi papá no la quiso mucho y mi padrastro un montón. Si así la hace sentir que él se vaya un tiempo no me imagino como se sentiría si le dijera que quiero irme de Noruega.

—No pensé que te quisieras ir —suspiré.

—Quiero, pero no creo que lo haga, Mangel —miré hacia uno de los dibujos que Dani había dibujado de los dos colgado en mi pared.

—Ah coño, por ella —asentí lentamente—. No puedes vivir en base a Dani, lo sabes, ¿no?

—No me imagino dejarla aquí.

—Pero tampoco te ves allá —me agarré la cabeza ansioso.

—Lo siento, Mangel, debo irme —colgué antes de que pudiera despedirse. 

Agarré mi skate, le mensajeé que nos viéramos en el skatepark y me fui.


Miré a los chicos deslizarse por las rampas del parque desde lejos, con Dani al lado. Esperaba que patinar me hiciera sentir mejor pero ni ganas tenía, solo quería quedarme aquí en el césped con ella.

—¿No vas a patinar? —negué— No te siento muy bien —acarició mi brazo con cariño.

Me sentía muy decaído en verdad y no quería contarle lo del padrino, no quería hablar de eso ahora. Sentía que era hora de hablar de algo que quería evitar por el resto de mi vida: nuestro futuro juntos.

—¿Qué vas a hacer al graduarte, Dani? —pregunté, enarcó ambas cejas y me miró con sus grandes ojos de bicho.

—Creo que estudiaré algo, aún no empieza el año escolar así que seguro lo iré pensando.

—¿Aquí? ¿Planeas quedarte en Bergen?

—Supongo que tendré que mudarme más al centro, si es eso a lo que te refieres —respondió sin darle mucha importancia.

Me quedé en silencio, no lograba poner toda mi ansiedad y miedo en una sola oración. No sabía cómo explicarme. 

—¿Estás bien? —preguntó sonriéndome, pero me miraba preocupada. 

—No quiero quedarme aquí cuando nos graduemos —admití—. Nunca he sentido que pertenezco en Noruega...

—Sino en España —continuó por mí, asentí.

Su semblante estaba serio y sus ojos muy apagados. Frunció los labios.

—Acá siento que solo pertenezco contigo y después de graduarnos tú irás por tu parte y yo por la mía —dejé salir un suspiro—. No creo que pueda quedarme sin tenerte cerca, ¿sabes?

La miré un poco avergonzando de lo que estaba diciendo, creo que si bien siempre le he dejado claro cuánto la quiero, nunca le he descrito cuánto la necesito, y ella, en vez de mirarme preocupada y tensa otra vez, relajó su rostro y me sonrió haciéndome sentir mejor casi al instante.

Era precisamente por eso que la quería tanto.

—Creo que nuestro vínculo es muy fuerte para separarnos por una graduación, así que si quieres irte, vete —dijo segura de ello—; yo te seguiré sintiendo cerca.

La abracé con fuerza, mucha fuerza. 

—Gracias —susurré en su oído sintiéndome más tranquilo.

d a n i

Me recosté en mi cama haciéndome bolita. Acababa de regresar del skatepark con Rubén que como siempre me acompañó. Nunca entendí por qué era tan obstinado por subir la colina hasta mi casa, era una subida bastante larga y empinada y aún así siempre insistía en hacerlo.

Igual lo apreciaba, eran unos minutos más con él y siempre los disfrutaba un montón. 

Miré hacia mi escritorio con pena, buscando con la mirada el marco con una foto de nuestro viaje a Japón, era mi fotografía favorita.

Nunca pensé que tras los mejores días de mi vida con él, llegaría la noticia de que debería acostumbrarme a que los siguientes sean en distintos lugares del mundo. Se iría, y yo me quedaría. 

La idea de Rubén en España y yo aquí en Noruega me destrozaba, a pesar de que lo que le dije en el parque fuera cierto, sentirlo cerca y saber que no lo estaría más, jamás me haría sentir bien.

Una lágrima se me resbaló por la mejilla. Sentía que estaba por perderlo todo.


just kids; rdgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora